Si usted tiene un vehículo, especialmente de manufactura japonesa –digamos Nissan–, se ha convertido en la propicia víctima de sufrir un hurto de una, dos o más llantas, con un altísimo daño patrimonial. Hay una enorme ola que golpea con este tipo de robo. ¿Por qué? Lo que vamos a decir es meramente conjetural, menos la certidumbre de la evidencia que dejan los rateros. En primer lugar porque somos una sociedad que tolera la ausencia de una policía preventiva realmente abocada a vigilar los bienes de los pobladores de los diversos municipios del estado, en especial de sus centros urbanos más grandes. Es una policía que en la realidad no existe y que si usted la llama jamás llega. Post mortem se hacen presentes como para dar el pésame a las víctimas y decirles que es incontenible esta plaga. Fuera de esto, ya no se vuelve a ver la acción de las policías, y la Fiscalía, a pesar de ser un delito que se persigue de oficio y del cual debe ser enterada por la misma Policía Municipal, simple y llanamente no hace nada, porque se da el caso de que ya muy pocos denuncian y los que lo hacen prácticamente lo único que reciben es una mayor victimización, puesto que entre incuria y muinas terminan odiando a la autoridad y nada más.
Porque no hay una política policial del inteligencia para desarticular a este crimen organizado que hace tiros de precisión sobre vehículos específicos, no se les pone ningún cebo, nadie sabe a dónde van las llantas y rines que se roban, jamás se ha descubierto ninguna bodega, los compradores de chueco y vendedores de estos artículos actúan a ciencia y paciencia, de tal manera que pareciera que policías y ladrones juegan en el mismo equipo y se reparten el botín. Los ladrones actúan de día y de noche, actúan con una velocidad impresionante que en menos de dos minutos ya despojaron a alguien de sus llantas y sólo dejan una firma: uno o varios pedazos de block de concreto que dejan banqueado el vehículo, con el riesgo de desmoronarse y provocar daños aún mayores que pueden llegar a 20 mil o más pesos.
Mientras esto sucede Garfio y su equipo se dedican a lo suyo, el primero a cantar acompañado de mariachi, festejar a las cabecitas blancas, y que de la población, ahora sí que, como diría Galeano, se apiade Dios puesto que la policía no alcanza, y hasta resulta mejor.
He aquí la firma de un reciente hurto, un silencioso pedazo de block que queda como testimonio de que alguien robó a otro y no pasa nada.
El problema de la delincuencia en Chihuahua se ve favorecida por las mismas instituciones de gobierno por la apatía y la poca o nula sensibilidad para resolver los problemas de raíz.
La fiscalía cuenta con la tecnología y los procedimientos adecuados para saber donde esta el mercado negro de venta de llantas robadas.
Pareciera que están encubriendo o solapando a grupos delictivos.