Lo que sucede en Sinaloa, particularmente en su capital política, Culiacán, ha franqueado la línea de la preocupación para pasar a un verdadero caso de alarma de emergencia. Los contornos de una guerra están más que a la vista y de eso da cuenta el hecho de que en las últimas horas se suscitó un ataque armado contra buena parte del sistema de videovigilancia de esa ciudad, lo que habla de una lógica de enfrentamiento armado que sobrevendrá a la brevedad, con daños grandes a bienes y personas.

Contrasta que la inteligencia prometida por el actual gobierno federal y en particular la actuación del jefe de la seguridad en el país, Omar García Harfuch, se limite a la detención de figuras menores en los municipios aledaños a la Ciudad de México, con un despliegue de mil quinientos efectivos, combinándose al efecto autoridades federales y locales.

Cierto es que el ataque al Cártel Jalisco Nueva Generación es importante en las inmediaciones de Guerrero y Michoacán; sin embargo, el foco de atención debiera ser el principal cártel del país, que es el de Sinaloa, y ahí la confrontación transcurre creciendo día con día.

Hay quienes piensan que hay que darle tiempo al tiempo, dejar que se asiente esta administración, pero también se impone no perder de vista que es la continuación de otra de igual signo, así autodeclarada, como para no ver el gran fracaso que heredó el gobierno de López Obrador y que no encuentra la forma de remediarlo con una estrategia concreta, tangible y de resultados.

Por lo pronto, la población que debiera gozar de seguridad, en Sinaloa vive un día a día cargado de vulnerabilidades, con cierre de escuelas, negocios, ataques a restaurantes, centros de esparcimiento y más.

Por ahora sólo hay la oferta de que llegará la inteligencia.