El pasado 20 de noviembre, para conmemorar el inicio de la Revolución mexicana, en la ciudad de Chihuahua se vivió un lesivo caos vial. Se “organizó” el desfile llamado “cívico-deportivo”, que en realidad fue cívico-militar, y se cambiaron las rutas tradicionales de los contingentes que marcharon con gran desprecio para los transeúntes, y sobre todo para quienes se transportan a sus actividades a través de vehículos automotores.
La atención se centró en garantizar que el presidium gubernamental estuviera bien dispuesto, aunque allá afuera no hubo información suficiente sobre rutas alternas ni mucho menos presencia de agentes viales facilitando la movilidad.
Aparentemente se trataría de una cosa sin importancia, pero en la vida cotidiana de todos y cada uno de los que sufrieron el caos vial ayer en las calles, están los trabajadores que no llegaron a tiempo a sus labores, que van a tener falta o retardo con repercusiones en sus salarios, irritación social evitable, daños por choques, entre otros percances.
Es inexplicable, racionalmente, que decretando un día inhábil se pierda otro con la realización del desfile en la propia fecha histórica. En realidad debe optarse por una u otra, porque así debiera ser si hay apego al día conmemorativo del inicio de la Revolución mexicana, o se traslada al día inhábil, que por ser tal encuentra las calles sin congestión vehicular.
Pero al gobierno le importa muy poco todo esto, se preocupa en la ceremonia en la que la alta burocracia y los mandos militares gozan de un evento, mientras en todas las calles se padece esta desorganización, que dicho sea de paso habla bastante mal de quienes no tienen capacidad de realizar un simple desfile.