Consentido del duartismo y rozagante en los buenos tiempos de la tiranía, ahora Jorge Ramírez luce taciturno y demacrado. Así suele ser la adversidad cuando a la misma precede la maldad en la vida pública, que es una vitrina a la que todos se pueden asomar. Engreído ayer, ahora pretende lucir talento jurídico y el oficio jurídico en causa propia y hasta emplea un lenguaje que denota su esquizofrenia política, pues sus “verdades de ahora”, son sus mentiras de ayer. 

Pero ahora no está solo, en esa decadencia en la que se encuentra el Poder Judicial lo acompaña su presidente Pablo González que, ¡oh cielos!, ya le abrió al PRI las puertas para “capacitar” al personal del poder que capitanea por obra de Javier Corral y sus prédicas escolásticas y teológicas de las que tanto gustan las buenas conciencias de Chihuahua, que por cierto viven en el privilegio económico desde hace más de un siglo. 

No es una paradoja, sino una muestra de la putrefacción del poder que ahora los “oxigenadores”, entre ellos el muy corrupto Gabriel Sepúlveda Reyes, pretendan aparecer en este mercado de miserias como los buenos de una película que ha resultado siniestra para Chihuahua y que Javier Corral jamás atendió cual fue su promesa.

Así las cosas, lo de menos son las arrugas y las marcas que Jorge Ramírez lleva en el rostro, porque él se las labró con un cincel del ballezano.