Miguel de Cervantes, el autor de Don Quijote de la Mancha, dijo que “la verdad bien puede enfermar, pero no morir del todo”. Ya son décadas de esa patología en Chihuahua, porque no nos decidimos a poner nombre y apellido a las cosas y mucho menos a actuar para recuperarnos como sociedad, gobierno y estado. Desde luego que hablo de las formas que ha cobrado entre nosotros la dominación política, más atenta de mantener servidumbres –con sus siervos desde luego– que de construir una ciudadanía siempre presente y siempre activa. 

Por esa causa nuestra precaria democracia no se ha consolidado y padecemos una malformación que no permite tener una vida pública de altura, con libertades con existencia cívica, instituciones comprometidas con el espíritu de la Constitución y, para decirlo pronto, una sociedad civil fuerte que por sí misma le brinde aliento a todo el quehacer humano, tanto en la economía como en la cultura, en todos los ámbitos. 

De continuar por esa ruta, cada vez estarán más lejos muchos de los anhelos que los chihuahuenses han preconizado en momentos históricos que tienen meses y años precisos y que son de diverso signo pero transversalmente expresiones de un dolor soterrado. 1956, 1965, 1972, 1986, y la reciente insurgencia contra la tiranía duartista, precisan las efemérides que tengo en mente. Todo esto porque, en el sentido cervantino, la enfermedad ha primado sobre la salud que pudiera prodigar el emplear la verdad y pronunciarla con la fortaleza que rompe la sordera de quienes hasta aquí han ejercido el poder político en beneficio de un régimen de privilegio excluyente. 

Sostengo que en la coyuntura actual hay barruntos de una futura elección del poder local cargada de odios, de confrontaciones estériles en la que los intereses transversales de la sociedad están ausentes si los ciudadanos no se deciden a pasar lista de presente para colocar las cosas en su sitio e iniciar una nueva etapa. 

Es evidente que para la clase política local, tanto la que está dentro como la que está fuera de las instituciones (gobierno y partidos) el poder sin más es lo que mueve a todos, las ambiciones en el peor sentido de esta palabra. Se sabe que no hay político sin ambiciones y se prefiere más al que las reconoce que al que las oculta, aunque este último suele ser el más eficaz en la consecución de sus metas. 

Tenemos un juego sucesorio desaseado, en parte porque el gobierno actual lejos de cumplir su función esencial se ha dedicado a perder el tiempo e ingenuamente a recuperarlo, y eso ha propiciado que la guerra de todos contra todos no hable de un poder amalgamante que permita el mejor funcionamiento de las instituciones del estado. Es más, se conduce con facciocidad al pretender regimentar el proceso sucesorio, sobre todo dentro de su partido, donde hasta los enanos ya presumen de ser gigantes. De esto habla, al menos, la actuación del senador Gustavo Madero, que con toda su fuerza, particularmente capital, quiere la silla que hoy ocupa Corral –de alguna forma hay que decirlo– pero se conduce con falsedad al hablar de que esperará “los tiempos”, aunque todos sabemos que ya va encarrerado a la candidatura para gobernador y para apoderarse de el cetro posteriormente. Pero miente en más de un sentido, en primer lugar porque no es cierto que se apegue a la ley o al espíritu de la misma, porque gozó de una beca para hacer política nacional con cargo al erario chihuahuense y ahora le importa un bledo brincar de una senaduría que ganó “de caballito”, para decirlo en términos beisbolísticos, y así continuar en la línea que marcó el Pacto por México con el que él deshonró al PAN durante la etapa del más gris y corrupto presidente priísta que registró la historia. 

A su vez y en la misma línea final, la señorita María Eugenia Campos Galván ha declarado que va por la gubernatura y que no espera consuelo alguno que la sustituya el anhelado cargo. Antes fue diputada federal y luego empleada menor en LICONSA, lo que habla de que sí practica la búsqueda de lenitivos. Pero más allá de esto estaría el desmentido a los procesos reelecionarios municipales para construir gobiernos de mayor aliento cronológico. Ella convirtió la administración municipal en un aparato partidario, es el trampolín hacia otra posición, soportada en el escudo de la derecha política extrema, con gran desdén y carencia de respeto por la comuna que encabeza y de la cual se ausenta a placer, en la opacidad, para urdir sus proyectos. 

De otros actores no me ocupo, porque realmente están distantes, por ahora. Pero como las patadas por debajo de la mesa en el PAN están muy fuertes, nada se descarta, incluidas las escisiones y deserciones. Aunque tienen muy claro que el cemento sobre el cual pueden continuar su edificación es mantenerse como bloque de hormigón contra el gobierno de la Cuatroté. 

El PRI y concretamente su líder local, Omar Bazán, se quieren vestir con ropajes que no encajan bien con su cuerpo. Hasta proponen la segunda vuelta porque han devenido en demócratas de las últimas horas, precisamente en las que se pierde el aliento y la vida. Pero engañan, afectan a la verdad con sus mentiras. 

Los “próceres” morenistas no se quedan atrás. Cada vez que pueden confunden dádiva con proselitismo electoral. Aparecen como agentes de un “ogro filantrópico” siempre bondadoso y de cuyos coletazos hay que cuidarse. Así vemos al súper delegado Carlos Loera De la Rosa; a un lado a Cruz Pérez Cuellar, que se dice “listo, montado y armado” para ser gobernador. Aquí la mentira es superlativa, pues todos debemos recordar de este senador al menos tres cosas: sus frecuentes cambios de piel, su carácter de esquirol en las elecciones locales de 2016, cuando remó a favor de que el duartismo se prolongara en la persona de Enrique Serrano, y lo poco que le importa su escaño senatorial que dura seis años y que su suplente Rafael Espino (por cierto se enorgullece de las relaciones familiares con el gobierno de Praxedes Giner Durán) también es pretendiente, lo que significaría que la representación en la cámara alta interesa poco, muy poco, o simplemente tiene el significado de un trampolín hacia un mejor cargo. El poder, ¡ah, el poder! 

Pero si nos atenemos a la máxima del autor de El Quijote, no nos queda más extremo que reconocer la patología de la verdad, a veces tan pertinaz que parece convertirse en un estado permanente, pero que al final no muere. 

Unión Ciudadana, un viento ético político que corre sobre Chihuahua, quiere revitalizar esa verdad que le falta al estado, porque está convencido de que no muere. 

La querella chihuahuense puede tener una oportunidad en el 2021, ser una dolencia, un conflicto largamente larvado y conservado que debe llegar a su fin para establecer el poder democrático, que no es otro que el poder ciudadano.