En tiempos de crisis de los partidos políticos mexicanos, sus principales actores recurren a toda suerte de actos que no tienen significado ni relevancia alguna, aprovechando cualquier momento para hacerse notar, aunque el evento sea inane. Así las cosas, por ejemplo, Cruz Pérez Cuéllar y Maru Campos, de raíz panista ambos, celebran su onomástico y eso se convierte en una especie de medición de fuerzas, cuando que sólo asisten sus propias clientelas. 

Otros, en cambio, se ponen en la vitrina asistiendo a restaurantes y fondas para salir en los medios. Lo único interesante son los alimentos que consumen, al menos porque son productos con permanencia y realizados con esmero, como los que se venden con “Pirrín” en el Pam-Pam de la calle Carranza de la ciudad de Chihuahua. 

Todos viajan por el estado, realizan actividades fuera de sus comarcas, como los alcaldes, y a eso se le da un significado que no tiene, más allá de la parafernalia con que se les rodea. 

¿Y las ideas indispensables? ¿Y los posicionamientos clave sobre los problemas que padecemos? Bueno, pues esos no están en el menú.