René Frías, diputado local, rescoldo gordillista y del PRI, propuso un código de ética al que eventualmente se deberán sujetar los “legisladores” locales. Quiere que hablen con propiedad y, como castigo, amonestarlos y privarlos de la dieta. Quizá tenga en mente a Rubén Aguilar Jiménez y su reciente desempeño, sólo él lo sabe. 

Ignora o aparenta desconocer que en esta legislatura, sin excepción, no hay ética posible porque la institución misma está desvirtuada y pervertida por sus integrantes y por el cordón que los ata al Ejecutivo y por los votos que se tasan en dinero, en particular aquellos que colman una mayoría calificada. 

René Frías y César Duarte. Amigazo.

No hay ética posible, salvo la que profesa el detestable utilitarismo, de donde desprendo que René Frías –el carrito magisterial– no es ningún utopista, ni ha evolucionado hacia un idealismo político, es un simple demagogo que quiere salir al paso sin darse cuenta que entre más se mueva, como quien cae en un pantano, más se hunde.

Y es que ahí no hay conocimiento que valga, recordando al clásico, aunque filosóficamente su fundamento es criticable por otras razones: “la virtud es conocimiento”, y ahí lo que reina es la ignorancia, convenenciera, dirán algunos y no sin razón. Por tanto, son frías las posturas del diputado agachón.