Es ridículo el operativo montado por el Instituto Nacional de Migración, el ejército y su disfraz llamado “Guardia Nacional” y las policías federales, estatales y municipales contra los migrantes en esta ciudad de Chihuahua. Pareciera que no saben que las redadas vulneran los derechos humanos, lo que parece les importa menos que un comino.

En simultaneidad con esos hechos desdeñables, Corral entrega actas de doble nacionalidad, norteamericana y mexicana; la prensa da cuenta de que fueron mil quinientas que ahora acreditan una calidad que en los hechos, por migrar, les permite una estancia decorosa a los seres humanos aquí en el planeta, y concretamente en nuestra tierra de redadas vergonzosas.

Pero las llamadas fuerzas del orden ni siquiera hacen un trabajo de inteligencia, simplemente se presentan en acción de asalto en hoteles, donde obviamente hay otros huéspedes con derecho a privacidad, al igual que los migrantes, y ejecutan la búsqueda de personas que sólo por su apariencia parecen fuereños y los arrestan. 

Llegan, según las fotografías disponibles, con equipos y armas que denotan mucha bravura que no vemos cuando se trata de combatir al crimen. 

Esta política antimigrante –en realidad nunca pensé verla en mi país– son los servicios que un gobierno claudicante le presta al racista Trump. 

Entre tanto la Guardia Nacional, la careta del ejército, se muestra incapaz de contener el crimen: en Coatzacoalcos mataron a 28 personas en hechos que se replican aquí, allá y acullá. Pero que los migrantes paguen. Qué desmesura, qué aberración, qué abuso.