Me ha tocado escuchar, en la generalidad de ciertas opiniones y a través de algunos años, que en realidad la historia no nos enseña nada. Pero en ocasiones, casi como el personaje tan socorrido de las redes sociales que está a punto de tomar una decisión y luego la revierte cuando “se acuerda” de una experiencia paradójica, quisiera señalar que la historia sí nos enseña, y mucho. El problema, quizá, puede estar en los terrenos de la indolencia, la despreocupación, o quizá en el llamado confort del que muchos rehúsan salir para no aspirar el denso olor de la realidad.

De ese modo, aunque pueda haber otros, es que se puede explicar la paciente y perversa red de complicidades que se fue tejiendo no sólo durante el duartismo sino desde mucho tiempo atrás y que hoy vemos cómo se va desgranando conforme brotan, en muchas instituciones gubernamentales, las huellas de la corrupción política. Con la indiferencia social, con la complacencia de muchos, pero también con el colaboracionismo de no pocos, es como se explica el tejido de intereses que tocan a funcionarios de alto nivel, a subordinados y luego bajan hasta parientes directos, como es el reciente caso de Ileana Esparza, hija del auditor superior Jesús Esparza. Ella, como ha revelado El Heraldo de Chihuahua en dos ediciones consecutivas, llegó a cobrar casi dos millones de pesos en un año por ofrecer servicios de “asesoría en redes sociales” en dependencias como la Junta Municipal de Aguas y Saneamiento y hasta en el Tribunal Superior de Justicia en tiempos de José Miguel Salcido.

Esparza, Duarte, Serrano. Red de complicidades
Esparza, Duarte, Serrano. Red de complicidades.

¿Cómo se explican esas redes? Tan sólo hay que poner atención –lo cual era posible hacerlo desde hace mucho tiempo– en los vínculos del poder: Jesús Esparza, por ejemplo, fue el titular de la Junta Central de Aguas en los iniciales tiempos de César Duarte, pero el cacique lo colocó en la Auditoría Superior y lo relevó con Carlos Hermosillo Arteaga, a la postre testaferro del exgobernador en su trama de conquistar un banco de servicios múltiples con ayuda del secretario de Hacienda y directivo de esa futura institución crediticia, Jaime Herrera Corral. Sin contar con que los primeros tres presumen el orgullo de ser parralenses y priístas, a cuya convicción sentimental se sumaría la pusilanimidad de José Miguel Salcido como presidente impuesto por Duarte en el otrora Supremo Tribunal de Justicia, estos conformaron una verdadera mafia para proteger sus intereses. Y dentro de esos intereses están, por supuesto, sus herederos, los que el periodista Ricardo Raphael denomina certeramente como “mirreyes”.

Justo ahí se inscribe el caso referido de la hija del auditor quien, como se ha dicho, ganaba vía el erario tanto o más que algunos funcionarios de primer nivel del gobierno del estado.

¿Y qué hace falta para que esto ocurra? En principio, como advierto al inicio de esta columna, se puede sacar raja crítica de la historia con múltiples ejemplos. Uno de los más icónicos del siglo veinte se puede encontrar en la invasión nazi en territorio galo que dio origen a la Francia de Vichy, el régimen impuesto por la maquinaria de Hitler gracias al colaboracionismo de los propios franceses, en especial del ala derechista que logró derrotar a la disminuida oposición senatorial.

La corrupción no se entiende, pues, sin la colaboración de un aparato controlado y controlador, sin las complicidades que se multiplican como una mancha por todo el entramado institucional pero, por ser tan grande, en algún momento termina desbordándose. El reto ahora, por supuesto, es qué va a hacer la autoridad que ha prometido romper esas corruptas inercias, con todos esos casos que siguen surgiendo como larvas en terreno fertilizado.