La vertiginosa serie de eventos desafortunados que han impactado negativamente a México por las decisiones tempranas y amenazantes de Donald Trump, han producido también toda suerte de oportunismos políticos a nivel casero. Desde la sorpresiva (para algunos no tanto) postura de Andrés Manuel López Obrador, de salir a hacer frente común… con Peña Nieto, pasando por la logrera y flotante posición de priístas más o menos encumbrados, hasta la idea de establecer, como en el sexenio pasado, mejores vínculos comerciales con Asia, forman parte de esta nueva cortina de humo que intenta revertir el muro de acero y hormigón del peligroso mandamás estadunidense.

Las aventuras discursivas del lado mexicano, envueltas muchas en un falso y frenético nacionalismo, muy parecido al que hizo ganar a Trump las elecciones en su país, y animadas por el discurso ejecutor del fascista nuevo hombre fuerte de la Casa Blanca, parecieran diluir, aunque sea momentáneamente, la puesta al día de nuestra propia dinámica interna. Es decir, de pronto todo lo relativo al muro fronterizo y a la inevitable nueva relación de los vecinos distantes, cobra una dimensión tal que se aprovecha para procurar el olvido de los mexicanos en torno de la corrupción política, del gasolinazo, de Ayotzinapa, del repunte en los homicidios, de la sombra del narcotráfico, de la reiterada violencia hacia las mujeres, de la desigualdad, de la economía precaria, de los salarios de hambre, de las recientes alzas a los energéticos y el consecuente incremento de precios en productos de primera necesidad. Tan sólo por mencionar los más recientes de la agenda local y nacional.

Cierto es que hay que rechazar de manera firme cualquier abyección frente al –no hay que olvidarlo– poderoso Donald Trump y quizá mostrarnos intrépidos a la hora de negociar, como han propuesto algunos analistas. Pero esa ocupación no ha de distraernos de lo fundamental en casa. Tenemos muchos asuntos por resolver y no es, ni siquiera de caballeros, salirse por la tangente. Hay una diferencia con los connacionales del otro lado del Río Bravo, aunque no es ventaja: ellos, y aun otros sectores que se saben ofendidos con el nuevo régimen, prácticamente se plantean en este momento el derrocamiento –poco probable hoy– del presidente magnate; pero desde México, ante la intransigencia trumpeana, la confrontación abierta podría llevarnos a niveles insospechados.

Estamos tan lejos, tan cerca (Wim Wenders), pero los chihuahuenses tenemos que insistir en qué es lo prioritario. No se trata de ser “monotemático” (lo de Trump ya lo es en la prensa), sino de volverse insistente sobre aquello que nos preocupa y aqueja en el entorno inmediato. Y lo inmediato, aquí, ahora, es no soltar la pluma con la que hemos estado escribiendo los retazos de nuestra historia.

No estoy seguro de que Carlos Fuentes fue el que la dijo, pero a él se le atribuye la siguiente frase que recupero para este momento: “El pasado está escrito en la memoria y el futuro está presente en el deseo”.