Era de esperarse: las deficiencias en la multimillonaria construcción del nuevo edificio del Tribunal Superior de Justicia (TSJ) se manifestaron desde el año pasado con la serie de deficiencias arquitectónicas y fallas estructurales que impactaron políticamente hasta el punto de que el otrora amigazazaso de César Duarte, el parralense José Miguel Salcido Romero, fue depuesto del cargo de presidente de la máxima institución chihuahuense destinada a impartir justicia.

El rumor, que como muchos en este opaco sexenio suelen materializarse en actos de corrupción, fue que en enero de este año Salcido Romero se vio forzado a adelantar su jubilación porque su paisano ya no lo quiso como estrella de su teatro guiñol, luego de que este último se rehusó a recibir la obra de la Ciudad Judicial porque estaba enterado de las deficiencias técnicas y presupuestales de la misma. Salcido había sido solicitado, ilegalmente, licencia en diciembre pasado para separarse de su cargo durante seis meses e irse como titular de la Secretaría de Educación.

Como seguramente usted recordará, Salcido Romero duró apenas en Educación lo que duran las vacaciones decembrinas; pero después de Año Nuevo quiso retornar como si nada hubiera pasado. En un acto de altanería trató recuperar el asiento que Duarte le cedió a otro parralense, el magistrado Gabriel Sepúlveda, pero éste, envalentonado por el poder conferido por el consagrado de Chihuahua se impuso y hasta mandó sacar con el auxilio de la fuerza pública a Salcido, quien fue a quejarse con Duarte. De nada le sirvió. El vengativo Duarte, al final, lo corrió. Así, el autoaspirante a la candidatura del PRI a la gubernatura de Chihuahua y ambicioso sucesor de Duarte, el mismo que dos años antes había llegado por la vía del dedazo, por esa misma ruta “decidió” renunciar y solicitar su jubilación.

El drama para los ciudadanos persiste: se vinieron abajo un par de ventanas de la Ciudad Judicial, un símbolo más de la arrogancia de este sexenio: una del séptimo piso y otra de la planta baja; y en ello se revela la corrupción, el autoritarismo y el poder de un solo sujeto. El derrumbe de los cristales son una metáfora de lo que paulatinamente le viene sucediendo al duartismo que cae en añicos pero que aun así trata de juntar las piezas infructuosamente. El final está a la vuelta de la esquina.