El rectorzuelo de la UACH, Enrique Seáñez Sáenz, pasará a la historia como el autor de negros desplegados de prensa, muy propios de la era bipolar de la Guerra Fría. Ayer domingo 17 de julio, publicó en la prensa escrita once párrafos ocultando su nombre, pero aprovechando el de la universidad, su simbología, lema e imagen corporativa que coincide con el frontispicio del antiguo Instituto Científico y Literario de Chihuahua. El texto se dirige a la opinión pública, misma por la que todos y nadie podemos responder, pero que en este caso se queda ayuna de información precisa y apellidos cuando la misma debiera recibir nombres y apellidos de los denostados, a los que se oculta para escarmiento posible de todos los que quieran levantar la voz por la UACH, en un momento de su más profunda crisis. El desplegado es politiquería ruin y barata, por una parte; pero advertencia y amenaza de un funcionario público que asumió el cargo de manera gemebunda, ocultando los dientes y las uñas que luego se le afilaron, porque la corrupción está ahí, con él.

Juzgue usted el desplegado, redactado con un lenguaje críptico y misterioso, propio de los peores textos de los llamados “sagrados”, por que en él se reconviene a “terceras personas (que) de manera sesgada y descontextualizada (pretenden) el único fin de causar confusión, (para luego decir) que esas tienen fines meramente personales”. Frente a esos agentes anónimos y misteriosos, alguien “consideró oportuno”. ¿Quién? No se dice, porque nadie firma.

Luego viene una aclaración sobre el manejo financiero de la UACH en conexión con prestaciones, apoyos federales, contabilidades, fiscalizaciones, y todo lo que tiene que ver con el manejo del dinero público en la universidad. La confusión entre el empleo de recursos propios, estatales o federales. Y resulta que lo elemental no se cumplió y por ello vinieron observaciones por haber hecho mal la tarea, para lo cual no sirve de pretexto la entrada en vigor de un sistema de contabilidad gubernamental, pues contando la propia universidad con una Facultad de Contaduría y Administración y además con un sinnúmero de profesionales honrados y eficientes en el mercado local, lo lógico es que hubieran abierto varios cajones para decir cómo se emplearon los fondos de acuerdo a su origen.

Y así, poder decirle a la Auditoría Superior de la Federación, recibí tanto del gobierno central y esta fue su aplicación, por lo cual hubo necesidad de que se formularan pliegos de observación que hoy se están atendiendo con una extemporaneidad exorbitante y que razonablemente debió haberse solventado preventivamente, porque en sí no ofrecía ningún problema hacerlo de origen, por lo que en este momento dicha auditoría federal ha requerido la investigación de un presunto responsable que eventualmente podría ser sancionado a través de un procedimiento. Pero se supone que la universidad hoy está, simplemente, en otra etapa, por tanto no se sabe la verdad legal en la que va a desembocar este escándalo.

Por lo pronto, la UACH dice: “El tema no es el desvío de recursos, como se ha querido hacer parecer (valgan los dos infinitivos juntos)”. En voz del desplegadoadicto Seáñez, esto es una cuestión “eminentemente técnica”. Debiéramos preguntarle a éste por qué no lo hizo, de donde desprendemos que si así es como químico, confunde la magnesia por gimnasia.

Ya finalizando el texto en comentario, se desbarranca hacia lo bochornoso y aun lastimero: “Debemos ser cuidadosos de no lastimar a una institución por meros intereses de unas cuantas personas”. Mas si “aspiran a asumir un honroso cargo” (el de rector), ni más ni menos. Para Seáñez, la lucha por el poder debe ser silenciosa y en la opacidad, justo como llegó él al cargo, que rubricó con lágrimas en los ojos ante su elector directo, César Duarte, y el servil Consejo Universitario de levantadedos, pagados munificentemente.

Donde el texto desbarra a lo detestable es cuando presume que la cuenta pública de la UACH fue aprobada por “unanimidad” por el Congreso, y cita el decreto correspondiente. Qué se puede esperar de un Congreso como el de la legislatura actual, que no determinó ninguna observación, ninguna, en el manejo de ingresos y finanzas de los recursos públicos puestos en manos de la UACH. Con esa autorización inmoral se reconviene a los críticos y a todo particular de carencia de legitimidad para objetar lo que pasa en la UACH. En otras palabras, Seáñez, como el rey Sol de Francia, nos viene a decir la UACH soy yo. Nadie “se preste a la manipulación de unos cuantos” ¿Quiénes? No se sabe. Pero son los que “con su actuar y mero dicho, carente de sustento, le faltan al respeto a la institución”.

El sumo sacerdote Seáñez, con ropajes de ayatola ultrafundamentalista, le dice a la comunidad universitaria: no caigan “en falsas percepciones, ocasionadas desde individualismos injustificados”.

Quienes nos tomamos, no sin agruras, la molestia de leer este texto un domingo por la mañana, quedamos turulatos, indignados, avergonzados, impotentes, descalificados, engañados y aun gemebundos.

Nunca la universidad, en tiempos recientes, tuvo tanto de qué avergonzarse. Ojalá y esos individualismos, hoy denostados por un Torquemada, se conviertan en actitudes responsables para la renovación de la UACH. Lo contrario es que la misma continúe como un adosenado chinchorro, encabezado por la cabra grande que lleva el cencerro.