Los sociólogos electorales han descubierto algo que ahora resulta evidente para todos: no hay candidato en campaña que no se robe la táctica y los objetivos de otro partido o de otro candidato. Así ha sucedido, quizá por la inveterada costumbre en eso de hacerse de lo ajeno, con Enrique Serrano, que ahora aparece ante la sociedad chihuahuense como un abanderado del combate a la corrupción. En estos días firmó, con etéreas organizaciones de la sociedad civil, compromisos (éticos) en favor de la transparencia y el abatimiento de la corrupción. Reconoce, de los dientes para afuera, el papel de la sociedad y los ciudadanos en esa delicada agenda, y hasta tuvo el atrevimiento de exponer una propuesta para la creación de un consejo ciudadano anticorrupción, si gana las elecciones.

A él se le podría replicar la consagrada frase de “palabras, palabras, palabras”. Pero en esto no se trata de la simple demagogia, sino de la pretensión de robar un objetivo fundamental –la lucha anticorrupción– para engañar al electorado en un punto en el que su historia lo hunde, y bastante: su complicidad con César Duarte, Jaime Herrera y Carlos Hermosillo Arteaga. Serrano ya tuvo la oportunidad, como pastor de la mayoría priísta en el Congreso local durante los primeros tres años de este sexenio, de atender ese punto y no tan sólo no lo hizo, sino que fungió como vulgar tapadera, y además como alcalde de Ciudad Juárez dejó inocultables evidencias de corrupción que están bajo escrutinio.

Serrano fungió como ese perro al que amarraron con longanizas, porque siendo cabeza política del poder que audita, fiscaliza y finca responsabilidades en el Congreso local, simplemente no hizo absolutamente nada y, pongamos por caso, autorizó buena parte de la deuda pública que se abate sobre Chihuahua y a la que habría que sumarle la enorme deuda a proveedores que está lacerando de manera superlativa a los comerciantes de la región.

Fiel a esa tradición, es lógico que hurte el objetivo de combatir la corrupción, con el que no tiene compromiso alguno; aparte ni tiene cabal comprensión del fenómeno porque si acaso le ha dado el golpe al mismo, sólo es para maquinar delitos de inteligencia para enriquecerse apoyado en las instituciones estatales. Por eso le cae bien el refrán que dice: “Qué sabe el chancho de flores si nunca fue mariposa”.

No te engañes, Chihuahua, con el oportunismo de coyuntura: Serrano ha sido, es y será un corrupto político.