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El “divino” César Duarte, ese al que su secretario particular prohibió a la prensa criticar, el mismo que se consagró a sí mismo y al estado de Chihuahua en clara violación al Estado laico, ese cacique es el mismo que ahora nos viene con el fabuloso cuento de que un par de empresas canadienses arribarán para invertir en tecnología solar y nos quiere vender la idea de que con esa inversión se generarán múltiples empleos. Es posible todo eso, pero en este mundo al revés, como se ha dicho durante la constitución pública de Unión Ciudadana, nadie dudaría ya que César Duarte intente buscar, por lo menos, raja política de la “promoción” que hace de Chihuahua en Canadá, en medio del desbarajuste y el descrédito en que ha caído su investidura.

Primero tendría que explicarnos cómo es que en su bondad, siendo tan laxa, hasta se permite registrar la frase “que el cielo bendiga a Chihuahua” como una patente con derechos de autor, algo que debiera preocupar no sólo al mundo clerical sino a la sociedad misma, que tiene por suyas esas palabras como una expresión propia de una cultura y una idiosincracia nacional antiquísima. De modo que hay que ir pensando cuánto habrá de erogarse de los bolsillos de cada persona, física y moral, cuando se haga uso de dicha expresión. Aquí es donde cabe la atinada descripción del churrigueresco gobernador que un día soñó con ser banquero.

Por otro lado, parece que a Duarte ya se le olvidó el origen de la lucha emprendida por Manuel Solorio y su esposa Manuelita, asesinados por oponerse a mineras contaminantes en el municipio de Buenaventura, de origen canadiense precisamente. Claro que Duarte ahora nos anuncia, literalmente, la mitad de lo que se sabe y actúa como queriendo decir soy tan buena onda que miren, les doy un adelanto del glorioso futuro que les proveo: empresas canadienses invertirán en energía solar y nada qué ver con la polución. Duarte, al indicarle a los reporteros que él debía guardar cierta confidencialidad respecto a esas inversiones, más bien se parece a la señora del famoso comercial que al robarse con un diablito la electricidad advierte a su hijo: “esto que voy a hacer no se hace, pero…”.

Pero el daño está hecho: no ha podido cumplir con los dolientes directos del doble crimen y en su lugar prefiere presumir de sus buenas relaciones con empresas trasnacionales y en prenda hasta le dan su “sombrero blanco”, un distintivo que hasta los canadienses fuera de Calgary desconocen.

Con las recientes reformas energéticas, habrá que estar pendientes de lo que Duarte seguramente oculta detrás de sus palabras cuando afirma que Chihuahua comienza una nueva vocación energética. Ojalá sólo sea el desplante de un cacique que ve cercanos sus últimos días como gobernador porque, como seguramente él ya lo sabe, el horno no está pa’ bollos.