Chihuahua arde y es probable que el fuego se atice en el futuro inmediato acicateado por la extrema polarización, el fanatismo creciente, la ausencia de izquierda democrática, el empecinamiento por los proyectos de poder sin más, la pandemia y la recesión. Esa es la realidad que tenemos enfrente; pero hay otra: está encerrada en una torre de marfil, frotándose las manos por continuar con el control político de Chihuahua, para bien precisamente de los que nunca se han desprendido de las cadenas de opresión con las que han dominado esta región de mujeres y hombres libres, pero permanentemente invertebrados.

En esa torre de marfil, y quizá en alcobas separadas, pero compartiendo los espacios de convivencia, están lo mismo María Eugenia Campos Galván, Gustavo Madero Muñoz, Rafael Espino De la Peña, Cruz Pérez Cuéllar, Carlos Loera De la Rosa, Omar Bazán, Armando Cabada y todos los pretendientes de la gubernatura (de Javier Corral ya es ocioso hablar). Tienen sus vasos comunicantes y en secreto buscan el apoyo de los viejos oligarcas y los nuevos ricos que crecieron al abrigo del crimen organizado y el duartismo. Ellos ven arder Chihuahua, pero no se inmutan, saben que a la hora de la hora los partidos serán el embudo por el cual se presentará a la ciudadanía un menú y no habrá más sopa qué comer. Para que la fiesta del poder y el dinero continúen. 

Ese espectáculo grotesco lo hemos visto en imperceptibles procesos mediante los cuales felicitar a los gobernantes municipales por sus informes, es decir, por el supuesto cumplimiento de sus deberes, van mostrando de qué lado están. En esto la más beneficiada ha sido la panista Campos Galván, que alineó hasta a los tataranietos de los oligarcas. Pero no nos engañemos, el PAN de Chihuahua es una estructura que ya no se pude reconvertir en algo diferente, su ciclo ha terminado y el maquillaje de la alcaldesa de la capital, junto con su cirugía plástica, no son ni serán la alternativa. El PRI hace rato que huele a cadáver, y MORENA, al abandonar el profundo sentido democrático y crítico de lo que es su izquierda y el empleo de la mano militar para sofocar la insurgencia de los agricultores y defensores de el agua, está a punto de concluir con su descarrilamiento. 

No hay izquierdista y demócrata que se precie de ser tal, cuando su única actividad es apoyar ciegamente al presidente, haga lo que haga, y el colmo: hacer la defensa de unas fuerzas armadas deshonradas históricamente en Chihuahua. 

Pero qué le vamos a hacer: todos ellos viven en la torre de marfil. 

No hay más apuesta que el resurgimiento ciudadano.