Omar Bazán, respetuoso como es del Estado laico y sobre todo de medidas efectivas contra la pandemia, le ha solicitado a Javier El Católico la apertura de los templos (él les llama iglesias, que jamás han estado cerradas). Nos dice en su colaboración de media semana: “Se trata de una justa y necesaria petición para reforzar nuestra fe en estos momentos de crisis y en lo que seguramente estamos de acuerdo”. Añade: “Se trata de respaldar (…) la trascendental misión de las iglesias”.
No dudo que el todopoderoso sea capaz de acabar con el coronavirus, en un abrir y cerrar de ojos. También pienso que lo haría para toda la humanidad sin distinción de judíos, islámicos, cristianos, católicos, hindúes, budistas y hasta un remanente de ateos quedarían liberados del Covid-19, pero respeto sus creencias. Creo que también está más a su alcance el orientar la conducta para que se satisfagan las reglas mínimas para evitar contagios. En fin, cada quien pensará al respecto lo que mejor le acomode.
Lo que llama la atención en estos días es lo comprensivos que se han vuelto nuestros políticos: basta un reclamo por un parque para que se revoque todo y se regrese a lo que quiere la gente; y en papel de laico comprometido, aparece Omar Bazán implorando la reapertura de los templos, estimando que eso es una necesidad en tiempos difíciles. En otras palabras, lo que quiero decir es que nuestros políticos son oportunistas, y como dice el populacho, barberos con el cuerpo ciudadano, a la vista de las futuras elecciones.
Seguro estoy también que de llegarse a abrir las casas de dios habrá sana distancia entre los feligreses, pues a últimas fechas y por razones que no viene al caso mencionar ahora, son pocos visitadas, como lo ha dicho Hans Kung para la Europa contemporánea, donde las grandes catedrales tienden a ser museos pétreos visitados centralmente por los turistas.
AMGD, que en este caso debe leerse como A la Mayor Gloria de los Partidócratas Oportunistas.
En esta contingencia se violentaron sin más ni más derechos humanos reconocidos por la Constitución para tal vez unos cuantos cientos de personas en aspectos que muchos desprecian, pero que son esenciales y no negociables. Es paradójico que muchos, católicos o no, puedan consumir fritangas en la calle, pero el minúsculo número de católicos que procuraban diaria o seguidamente comulgar sacramentalmente en lo que su creencia tiene de Verdad y de respetable, no puedan hacerlo por el terrible cesaropapismo incuestionado y en tan en boga. Hay un terrible jacobinismo que ahulla de dolor por todo aquello que percibe como una transgresión al laicismo, sean meras elucubraciones mentales exageradas o en verdad transgresiones que ponen en riesgo la libertad de creencias, no creencias, de conciencia y de manifestación de esa conciencia de cualquier persona, pero generalmente se omiten y hasta se celebran las omisiones o las abiertas intervenciones de agentes del Estado o sus coríferos respecto del ejercicio de las creencias religiosas de otras personas. Siempre me ha llamado la atención la intolerancia de aquellos que se llaman a sí mismos: “tolerantes”. En Chihuahua, pese a que se cuestiona mucho la praxis de la sociedad en el ejercicio de sus creencias religiosas y su estilo de vida, ello no obsta que las personas con la reciedumbre de su carácter defiendan lo que les es vital, esencial, libérrimo o al menos, liberal, creer lo que se le pegue la gana y exigir respeto a quienes no piensan como esa persona. Por eso la izquierda y los “liberales” que tienden a lo jacobino, nunca han logrado conquistar a la idiosincrasia chihuahuense aún en la era reciente. Bien por Bazán, que aún con oportunismo, toca un tema que los mismos altos jerarcas del Estado, habías descuidado en su vanidad y su fatuidad tan progres, ellos…