Un mal síntoma de nuestra precaria democracia y de la poca seriedad con que se toman las libertades conquistadas –nadie nos las regaló– es el lenguaje de algunos connotados izquierdistas a la hora de defender al gobierno de Andrés Manuel López Obrador. Lo hacen desde un rincón que denota miseria en las formas de pensar y renunciando al sentido de la crisis. Pareciera que lo que más les interesa es construir una nueva ortodoxia y un catálogo de dogmas supuestamente imprescindibles. 

Conducirse así es absolutamente extraño a la trayectoria de lo que ha sido la izquierda en el mundo de muchísimos años a este momento. No se dan cuenta que al obrar de ese modo no sólo no ayudan a su causa, sino que la perjudican. 

Lo más deplorable de todo esto es que hay ocasiones en las que al averiguar quién está detrás de esas palabras resulta ser un buscador de empleo.