Nada mal les viene a los genuinos defensores de los recursos hídricos de Chihuahua, centralmente a los de toda la cuenca del Río Conchos, tomar nota de lo que Noam Chomsky escribió en su libro Estados fallidos. El notable pensador progresista, lingüista, politólogo y filósofo, nos dice en la página 83 de ese notable texto que Condoleezza Rice, la dura Secretaria de Estado durante el gobierno republicano de George Bush II, visitó México en 2005 a efecto de predicar los principios básicos expuestos por Abraham Sofaer en favor del imperio y que tienen que ver con las obligaciones que impone el Tratado de 1944 al país. Hablaban del proyecto exclusivamente para privilegiar los intereses de los Estados Unidos y de los texanos. 

En pocas y llanas palabras, en esa visita vino a asegurarse de que México cumpliera sus obligaciones de entregar el agua. La reunión concluyó con la reafirmación del cumplimiento y, según Chomsky, ese fue “el único resultado formal de la visita de siete horas”, según trascendió en la prensa mexicana. 

Nos cuenta el mismo filósofo que la señora Rice sí hizo comentarios en la visita sobre otros temas de agenda, concretamente que Washington se retiraba de la Convención de Viena Sobre Relaciones Consulares, después de que el Tribunal Mundial se pronunció en contra de los americanos “en los casos de 51 mexicanos que habían sido condenados a muerte después de que Estados Unidos vulnerase su derecho a consultar con funcionarios de un consulado mexicano”. Nos dice Chomsky: “En pocas palabras, Rice le decía a los mexicanos […] que mientras que ellos tenían un tratado que respetar –el de aguas–, Estados Unidos podía retirarse, sin más, de un acuerdo firmado que encontraba inapropiado”. 

Es la práctica imperialista de siempre, imponerse en todo lo que signifique ventajas e imponerse en todo lo que ofende los intereses de otros países. Con ese talante nos visitó hace 15 años la republicana Rice. Hoy en Washington eso se ha elevado exponencialmente con Donald Trump, que no se cansa de ofendernos ante la debilidad de una política internacional propia de una nación soberana.