Dice la “oficina de prensa”, y la llamo así porque recuerda viejos tiempos, que Alejandra De la Vega salió a dar la cara por el conflicto de interés en el que está inmersa. Lo que debiera es rendir cuentas. 

A través de redes sociales recurrió a la autojustificación, de ninguna manera a dar una explicación suficiente y racional. La señora encargada por Javier Corral de la economía e, irónicamente, de la innovación, ignora que el capital es una relación social ya que a ella la tiene envuelta en una dualidad esquizofrénica de intereses, optando, como es de suponerse, por los de la herencia que recibió y la ha catapultado a la prepotencia económica y también a la política. 

Su bisturí no le sirve para diseccionar sus intereses privados y el cargo público que detenta; la razón es sencilla: tiene filo de corcholata cervecera y tufo etílico, ahora mezclado con el muy conocido de la gasolina. 

Si la señora Alejandra De la Vega quiere hacer plata y no tener problemas, que le siga en sus negocios, pues es de talentos medianos entender consejas populares tan sabias como las que se contienen en este par de refranes: no se pueden repicar las campanas y andar en la procesión; o soplar y comer pinole como decimos en Chihuahua. ¡Ah, la paremiología!