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Finalmente Mario Vázquez Robles ganó su reelección en la Dirección Estatal del Partido Acción Nacional. La elección deja, si no grandes lecciones para la historia política, sí enseñanzas que deben registrarse para valorar la participación del PAN en el pasado reciente y en la coyuntura que viene de la elección intermedia de Enrique Peña Nieto en su escena local durante el 2015, antesala del reemplazo completo de los poderes Ejecutivo, Legislativo y Municipal de Chihuahua. Una lección salta de inicio: la derrota de Ramón Galindo Noriega, no tanto por él sino porque con su caída hay una especie de derrumbe de liderazgos, como el de Francisco Barrio y Javier Corral, que no es decir poco. Esta fuerza que se arroga, seguramente con fundamentos pertinentes, la mejor tradición del panismo chihuahuense quedó distante de la competencia por acequir al primer lugar; son los grandes perdedores obligados a obtener la moraleja implícita: comportarse como clase política y olvidarse de la cotidianeidad –eso que el bolero llama “falta el trato continuado, el calor de las caricias…”– que no es otra cosa que la cercanía con la sociedad y la militancia, que genera votos por la estrechez de la relación, sin olvidar que los buenos partidos deben hacerle un espacio a sus personalidades destacadas, sin que los mismos vivan en la molicie y ante la posibilidad permanente de siempre estar en la dirección casi ex oficio. Ojalá y aprendan la lección. (Un buen día Churchill, en la cima de su gloria, perdió una elección aparentemente imperdible, pero eso es otra historia).

Otro aspecto es que el Partido Acción Nacional sigue dando muestras de vitalidad, ahora con un ensayo de elección directa. Hay que contrastar que el liderazgo de Vázquez Robles surge legítimo de una competencia inimaginable en el PRI, por ejemplo, que sigue siendo una especie de dependencia del poder real o fáctico de los que están en el gobierno. Jamás veremos un escenario en el que, pongamos por caso, Pedro Domínguez va a una elección contra Marcelo González Tachiquín a navaja libre, como dicen en el PRD, en este caso sin la injerencia del cacique mayor que ha de apechugar el mandato. Eso ni soñando, y vaya que no acostumbro tener este tipo de pesadillas. En el PRD tampoco suceden estas cosas.

Y pasando a otro de los legados de esta sucesión, es cómo los medios manipulados desde el poder le dan al PAN un ambiente de rijosidad superlativo, para demeritarlo, pero que ante el resultado indemne, gran parte de lo dicho se cae por su propio peso, y más cuando el perdedor real, Héctor Ortiz Orpinel, ha tenido la magnanimidad de reconocer su derrota, aunque tal cosa se le minimice, pero a final de cuentas el valor del reconocimiento del adversario en desgracia tiene una portentosa deriva legitimadora. Quiero decir que a final de cuentas, y si no hay revanchismo, el panismo chihuahuense (quiero decir la derecha) sale fortalecido. Además con posibilidades de hinchar sus velas y navegar los próximos dos años con cierta tranquilidad interna, cosa que dependerá de muchos otros factores, y esencialmente uno: que el PAN rectifique buena parte de su quehacer, que se le deje ver obsequioso en las relaciones de poder locales y oportunista a la hora de criticar en este momento las mismas medidas de gobierno que ayer postularon, y viceversa. El PAN sabe –y cada vez se puede decir que sabía– ser oposición, y en Chihuahua tiene sobradas oportunidades de demostrarlo con la bancarrota que en todos los órdenes ha generado Duarte Jáquez.

Javier Corral publicó en su muro de Facebook: “No existe una opción (un candidato) que satisfaga el deseo de ver al partido recuperando su esencia”, para luego hacerse dos o tres preguntas. Me parece que esa esencia no era el galindismo como para ahora plantear así las cosas. La voz de la urna fue muy clara y sin ser realista (quiero decir sin moral), la democracia así es y los votos colocaron a cada quien en su lugar y Vázquez Robles ganó, sin que eso signifique que tiene un cheque en blanco, pues prácticamente va con la mitad de su partido a la dirección. Las preguntas del senador giran en torno a qué hacer, qué sería lo correcto. Soy de la idea de que en el PAN se mueven muchas fuerzas centrífugas; tomando la frase evangélica, estaríamos a la hora de la multiplicación de los panes, porque a decir verdad ya hay varios. Cuando se abordan estas cosas, hay que hacer una tercera pregunta: ¿Me quedo con esto o me voy? Ese es el dilema. Los pragmáticos del corte de Felipe González, no el del PAN sino el de España, recomiendan esta idea: Si tu partido está mal, arréglalo y jamás se te entregará un menú para obtenerlo como lo quieres y nada más al gusto del comensal militante. Y es que la elección no fue para decidir sobre una supuesta esencia ontológica.

 

Ausencio Miranda, al Vaticano

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Constancio Miranda, el obispo de una parte de los católicos de los chihuahuenses, partirá a Roma para informar al Papa Francisco de “su” visión de la Iglesia en este territorio; “su” gestión, “su” proyección, en fin, todos los “su” que usted pueda imaginar. Lo que él dirá allá casi casi nadie lo sabe aquí. Lo que sí sabemos es que carga con un remoquete que partiendo de su nombre lo hace el Chencho o Ausencio de la realidad que aquí tenemos y muchos de los compromisos que se supone derivan del Evangelio, del sermón de la montaña, etcétera, etcétera, etcétera.