Hago un rodeo: en el Distrito Federal, gobernado por el PRD, se advirtió que una de las importantes vías del Metro, realizada como obra principal durante el gobierno de Marcelo Ebrard, tenía defectos que ponían en riesgo la seguridad de la ciudad y sobre todo de sus usuarios. Se clausuró temporalmente, están realizando verificaciones y seguramente se corregirá lo que haya que corregir. Claro que adosado al hecho también se hace política.
Aquí en Chihuahua la construcción del túnel de la antigua calle Independencia, que se realizó para hacerle un subterráneo al Centro Histórico en su parte más importante y darle flujo al famoso Vivebús, está en problemas prácticamente desde su construcción, que no fue consensada dentro de la ciudad y las afectaciones que iba a provocar. Pero sobre todo, y a los ojos de la mayoría, siempre se le asoció a los riesgos de inundación y filtraciones que podían deteriorar una costosa obra, sobre todo si la medimos contra el presupuesto del municipio. De todas maneras la obra se concluyó, hay una estación del Vivebús que ha sufrido pequeños derrumbes y una incesante filtración que la corroe. A eso un diario local le ha colgado la caracterización de que existe un peligro de colapso, literalmente significando esto que se puede venir abajo, con todas las consecuencias que esto traería en todos los órdenes, incluyendo la seguridad de las personas que por ahí transitan.
Esta opinión la respalda el académico de la Facultad de Ingeniería de la UACH, Rodrigo De la Garza, conocedor de hidrología subterránea, y sus valoraciones las hace con la autoridad de experto en la materia, por tanto, atendibles. Sin embargo, la otra faceta, la de hacer política, sugiere –no me refiero al académico, que quede claro– que no hay tanto interés en el problema de fondo sino en colapsar a un político como Marco Adán Quezada, en cuyo caso lo correcto sería hablar de ajuste de cuentas entre grupos en el poder y con miras a la sucesión gubernamental de 2016.
En esto la política tiene su momento, pero de entrada y en artículo de previo y especial pronunciamiento, como acostumbran decir los abogados, lo que se requiere es un dictamen técnico de la situación de dicha obra que le costó a los chihuahuenses una cantidad enorme de dinero y no mayor de molestias a lo largo de dos años. Dictamen de ingeniería, mecánica de suelos, calidad misma de la obra y, sobre todo, del por qué hidrológico de las constantes filtraciones que no debieran existir. Se dice que el manto fréatico nada tiene qué ver al respecto, sino las fugas en la red de agua potable ya añeja y por tanto sin los requerimientos necesarios, lo que supone que esto se debió haber valorado con antelación, por elemental ingeniería: iniciar por el principio y no concluida la obra empezar a buscar por todos lados dónde están esas fugas que provocan las filtraciones, la oxidación de la obra y finalmente su colapso. Pero, no lo perdamos de vista: de lo que se trata es de un dictamen apegado a ciencia no a capricho, y en este sentido la ligereza con la que se mueve Gabriel Aude Venzor es proverbial. Y no puede ser de otra manera, si se trata de un hombre que llegó al cargo para los negocios más que para la obra pública, en lo que esta significa para satisfacer los intereses de la sociedad.
No digo que llegado el dictamen concluyente eso no tenga consecuencias políticas, pero es una derivación, no el punto de partida. Y cuando se empieza al revés, no estamos en presencia del peligro de que una obra pública colapse, sino de un burdo y artificial ajuste de cuentas para el cual los intereses de la sociedad importan un soberano bledo.