A unos días de publicado el Código de Ética decretado por Javier Corral, sufre la transgresión más grave que se pueda uno imaginar en materia de transparencia. En su momento opiné qué es lo óptimo que los funcionarios cumplan con la ley y lo hagan de manera fría y republicana, a pretender, en cambio, aderezar las relaciones entre gobierno y sociedad con ingredientes que finalmente no se van a emplear a la hora de cocinar decisiones importantes.

Ayer se hizo público el famoso 3 de 3 en la vastedad de todos los estados de la república, Chihuahua entre ellos. Pero encontramos de inmediato un hoyo negro de graves consecuencias e informaciones que sanamente se pueden poner en duda más que razonable.

Abordo el primer apartado: la señora Alejandra de la Vega se ha negado a transparentar su famoso 3 de 3; es decir, no quiere que la sociedad chihuahuense conozca su declaración patrimonial, su situación fiscal, ni sus zonas de conflicto de intereses, dada su calidad de potentada y, obviamente, de funcionaria pública en una esfera que tiene que ver ineludiblemente con los negocios, como sería la promoción económica del estado.

El mensaje que se lanza es que hay un privilegio: en este gobierno unos cumplen y otros se excepcionan “por razones personales”; y al respecto, lo delicado es que la funcionaria recorra varios caminos, a cual más digno de la más pura opacidad: en primer lugar, que nos haga saber que antes de asumir el cargo pactó con el gobernador esta omisión y que fue consentida y ahora permitida; la otra, que se confíe esa información a un notario público al que sólo ella tiene acceso y es de su absoluta confianza y, por último, que aduzca razones personales que debió haber tomado en cuenta a la hora de asumir un cargo que se rige por las normas del derecho público que ella está violentando.

A eso, sin más, se le llama privilegio, y de acuerdo a la vieja definición, representa un beneficio para ella y un desaliento para todos los demás. La señora de la Vega exhibe la concepción del Estado –su pobre concepción del Estado– al concebirlo como su cortijo particular en el que ella es libre de informar a quien le dé la gana de la cuantía de sus bienes, sin darse cuenta –o a pesar de ello– que en esa secresía se cultiva la corrupción política cuyo combate hizo factible el triunfo de la actual administración.

Batallarán para encontrar un argumento convincente. Por ese camino allanan la senda de las complicidades y los negocios de Estado. Si la señora de la Vega no se quiere ver en estas tesituras, como dijo el expresidente uruguayo, José Mújica, que se dedique a hacer plata en los negocios y que le deje el lugar a quienes, con una vocación de servidor público, quieran jugar con reglas parejas frente a la sociedad. Los privilegios están prohibidos por la Constitución.

Para nadie es desconocido el matrimonio de la señora de la Vega con un potentado petrolero, ciudadano de los Estados Unidos, y además simpatizante y financiador del Partido Republicano, precisamente el que llevó a la Presidencia del vecino país a Donald Trump. Su negación constituye una razón nada secundaria para exigir los por qué de la omisión y, en todo caso, ver públicamente que su renuencia se paga con el abandono del cargo. De origen fue su nombramiento una pésima decisión y ahí están las consecuencias. En lo particular, y simpatizante a ultranza del Estado de derecho, no me confío de códigos de ética que a nadie obligan y que todos pueden infringir, como el caso que me ocupa. Y ya que son tan religiosos los que encabezan este gobierno, recomiendo que tengan en cuenta el consejo del Evangelio, que paso a citar: “Mirad que os “envío como ovejas entre lobos, por tanto, ser cándidos como palomas y astutos como serpientes”. En el otro tema, el de las dudas, brilla por su “empobrecimiento” Gustavo Madero Muñoz. Él sí declaró, le resultaba ineludible como uno de los aspirantes de la paternidad del 3 de 3, pero lo hizo evidentemente conduciéndose con falsedad, pues su fortuna es de esas que huelen a linaje y son lo que los abogados llaman “hechos notorios”, que no necesitan mayor demostración.

En estos cien días y unos pocos más, hechos son amores y no buenas razones. Si la señora de la Vega es tan opaca como se ha mostrado, que no pierda tiempo y se vaya a hacer plata a sus negocios.