La imaginación política, y sobre todo las ilusiones, cree en las posibilidades de la candidatura independiente, aunque no existan. Para mí, hablar de candidatura independiente es esperar una bocanada de aire fresco en un medio en el que el descrédito de los partidos políticos, las mafias que los controlan y, a final de cuentas, el germen de la partidocracia, impele a la búsqueda de alternativas para que los ciudadanos libres se puedan expresar sin la obligada mediación que hoy vemos concretada en el partido. Por experiencia política en la historia de Chihuahua, cuantas veces se han lanzado iniciativas legislativas para democratizar al régimen político, se han topado con el muro priísta que se opone a todo lo que lo ponga en riesgo. A fines del siglo pasado y a la vista de la elección local de 1998 propuse darle nueva vida a las candidaturas comunes y abrirle paso a las independientes sin el afán regulatorio extremo con el que han llegado estas últimas a nuestra vida institucional. Parecían veneno letal para el PRI y este las desechó.
No obstante todo esto, se deben examinar las candidaturas independientes a detalle, problematizarlas a efecto de encontrarles sus posibilidades reales en una coyuntura como la que vivirá Chihuahua el año entrante. De entrada hay que reconocer la hiperregulación a que se les sometió y que prácticamente se hacen nugatorias, inalcanzables quiero decir. Baste poner un ejemplo: quien quiera ser candidato independiente a la gubernatura de Chihuahua debe expresar su “intención” a más tardar el 31 de diciembre de este año y prepararse a obtener el aval ciudadano en una cuantía compleja: alrededor de 76 mil firmas distribuidas en por lo menos 45 municipios. En otras palabras, quien quiera competir por esa vía o deberá tener ingentes recursos y un aparato o estructura para recabarlas con todos los requisitos que se le puedan poner en el camino. Algo así como ser la más poderosa iglesia de Chihuahua, un premio Nobel de la literatura o un destacado actor del cine internacional. No está de más que les narre la experiencia de la iniciativa popular para crear el Tribunal Estatal de Cuentas que se lanzó a principios de octubre de 1998 por un pequeño equipo político en el que participé: tardamos varios meses en recoger y documentar escrupulosamente poco más de 20 mil firmas en los municipios principales, sin dejar uno solo al margen, así fuera con única firma. No es fácil. Para que mejor se entienda esto, vea usted: cualquier partiducho –incluido el adefesio llamado PT– sin mover una pestaña puede lanzar un candidato, y a los ciudadanos –no sea que se vayan a alebrestar– se les pone en una carrera de obstáculos tan difícil y letal que sería una senda de riesgo similar a las sorteadas por Indiana Jones.
En su dimensión proporcional, a los independientes que quieran competir por una alcaldía, sindicatura o diputación, se les ponen las mismas trabas; así lo quiso un Congreso antidemocrático y así lo refrendó la Suprema Corte de Justicia de la Nación. Además, la independencia tendrá que pasar la prueba del ácido de varios años de constatación de que no se pertenece ya, de ninguna manera, a una afiliación partidaria. Indiana Jones en la ley. Aún así he escuchado que algunos emprenderán la aventura y, me consta, hay un ciudadano que se prepara para colmar todos los requisitos y disputar por uno de los municipios más importantes de la entidad. Pero no es fácil y además tiene otras implicaciones de índole política.
Para examinar esto se requiere tener al menos el manejo de dos o tres escenarios posibles. De entrada, contemplar, con estricto apego de lo que hay en la coyuntura, de la posible apertura de partidos políticos para la postulancia de externos independientes. Sería un ejercicio de flexibilidad en la táctica, digno de un buen resultado. Pero si los partidos se obstinan en seguir los cánones de una elección netamente tradicional, de estructuras, donde el PRI se pinta solo, el resultado será, a mi juicio, negativo, para el mejor curso de la democracia, cuenta habida de que la estructura más fuerte puede arrollarlo todo porque cuenta con los recursos, especialmente los extralegales, que por más que se han querido encorsetar por leyes aquí y allá, han sido insuficientes. En este marco, las candidaturas independientes que surjan, muy útiles por cierto, serán testimoniales y quijotescas.
En Chihuahua hay condiciones para desplazar al PRI, pero eso no sucederá de una manera milagrosa. Se necesita un gran trabajo de organización para demostrar que un cambio es posible, un relevo de la podrida clase política, un plan de gobierno pactado con la sociedad y un equipo gobernante que lo saque adelante en medio de grandes resistencias. En ese marco, la candidatura independiente no puede ser pertinente si se desentiende de estos aspectos y –lo señalo simplemente como riesgo– puede ser utilizada para la mejor atomización del voto favorable al PRI en el esquema de una elección tradicional. Es algo ya muy explorado y no se está inventando ni diciendo nada que no se sepa.
Reconozco que las independientes deben ir en un esquema de regulación, precisamente para no pulverizar el voto, pero no al alto precio de prácticamente hacerlas inaccesibles y por tanto intrascendentes. Estas reflexiones las hago al calor de la idea que sostengo de crear un gran frente opositor al duartismo, en la que todos los que disentimos de la satrapía instalada en Chihuahua podamos ser como los cinco dedos de una mano que se anuda para formar un puño que golpee con mayor eficacia y contundencia. Además, y para no dejar duda, estoy dispuesto a llamar a apoyar a candidaturas independientes cuando las mismas tengan sustento y viabilidad. Pero no nos olvidemos que en Chihuahua estamos luchando contra una dictadura corrupta y que la experiencia de muchas partes del mundo aconseja ir en un solo bloque para obtener triunfos tangibles y sostenibles. No hay de otra.
Para concluir, la candidatura independiente deambula entre una quimera y una realidad, y si es ésta la que le de su fortaleza, será porque deja atrás la simple ilusión del querer sin poder asir jamás la meta propuesta.
11 diciembre 2015