El próximo fin de semana estará en Chihuahua Manlio Fabio Beltrones, el líder del PRI con mayor rango de autonomía de los que ha habido en esa dependencia del Estado. Esto se explica por la debilidad y caída permanente de Enrique Peña Nieto, que políticamente navega a la deriva ante el rechazo creciente a su gobierno y equipo que lo rodea. Viene a arreglar los entuertos que un cacicazgo genera la más de los días y que ha dañado, estructuralmente, al viejo partido y a las puertas de una elección general en la entidad. Nunca como ahora se había dado el caso de la existencia de tantos y tantos candidatos y candidatas que han levantado el dedo para suceder al corrupto César Duarte.
No encontrará nada nuevo, salvo el edificio de la sede estatal del PRI que ahora ocupa una manzana completa ubicada entre las avenidas Melchor Guaspe y Pablo Meoqui y entre las calles 20 y 22 en la colonia Dale de la ciudad de Chihuahua. En realidad, Peña Nieto pudo haberlo inaugurado al alimón de la desvencijada Ciudad Judicial, pues en ambas obras están presentes los recursos públicos, los impuestos que muchos pagan. ¡Qué paradoja!: hasta los que no quieren ni al PRI ni al gobierno le pagan sus lujosas sedes. Es increíble que el PRI, con sus propios recursos (suponemos candorosamente que los funcionarios pagan sus cuotas) tenga capacidad de unas oficinas tan lujosas y casi casi del mismo tamaño que el Palacio de Gobierno del Estado. El problema es mayor ya que de acuerdo a viejo principio de las burocracias, si se generan edificios grandes luego hay que llenarlos, en este caso con parásitos y vividores que gravitarán, también, sobre el erario.
La construcción del edificio del PRI es un verdadero atraco al patrimonio público de la ciudad: los camellones del lugar se restringieron para hacerle vías de acceso más ágiles a los priístas, y lo que fue la vieja y humilde Casa del Campesino, con malas artes se transfirió al PRI, que edificó seguramente sin satisfacer permisos municipales y todos los requisitos que al común de los que construyen tienen forzosamente que cumplir. La antigua sede del Comité Estatal, sita en la Pacheco, en lo que en sus postreros años fue el hotel Pacífico, parece que se convertirá en otro negocio para construir una gasolinera. No lo sé de cierto, pero ya ni los rastros quedarían para estimarlo patrimonio construido por el INAH por los cambios que le hizo el PRI, cuando en un paso coherente se tornó de hotel de paso en sede de la prostitución política local.
Que el PRI es un partido o dependencia del Estado lo evidencia el patrocinio de lo que será su nueva sede. Sobrado, suntuoso, lujoso, para la mayor gloria del cacique, pagada con los recursos que todos pagamos al fisco.