A falta de un Poder Judicial a la altura del reclamo de Estado de Derecho en el país y en la región, Miguel Salcido Romero -presidente impuesto del STJ- ha optado por la nota de Sociales, la exquisitez, el buen perfume, la presentación al lado de los dueños del pueblo, y toda una parafernalia que desdice, no digo mucho, muchísimo, de aquella Suprema Corte de Justicia de la época juarista, corte en la que el talento, la austeridad, el sentido republicano, la sencillez y la independencia fueron la nota esencial de algo que no se ha vuelto a repetir en mucho más de cien años.
El presidente impuesto, Salcido Romero, se hizo rodear obviamente en primera fila de los caciques ballezanos: Duarte y Garfio, luego de la corte de sus magistrados impuestos por la partidocracia, por los beneficiarios de un Poder Judicial obsequioso y con grandes intereses en el litigio a modo y, desde luego, por un contingente de los seccionales del PRI que ocuparon las gradas y que se movían como impulsados por un resorte cada vez que las matracas, teponaxtles y chirimías tenían que sonar fuerte para complacer al cacique local que, para variar, llegó lo suficientemente tarde para hacerse notar artificialmente.
Hoy la página de Sociales nos presenta la decadente imagen de Salcido Romero, sonriéndole no se sabe a quién, pero en esencia burlándose porque cree que representa un poder del que simplemente es una pieza, ya no digamos de ornato, sino una de esas piezas que hablan de que alguna vez hubo un poder Judicial en Chihuahua. No faltaron expresidentes, de igual trayectoria bochornosa, mediocres, generales, las mujeres que fungen como floreros y que se conforman con eso, y el infaltable licenciado Fierro, cantor de todas y cada una de las loas que se le piden desde la madriguera duartista. Todo menos lo que debiera ser en un poder Judicial que se precie de serlo. A falta de Estado constitucional de Derecho, la socialité; a falta de justicia, cosméticos y reflectores. Pero qué se puede esperar de una gente como Miguel Salcido, traidor por esencia, hecho para lucir en los salones y para presumir en las cabalgatas villistas que es buen jinete aunque la montura lo roce.
Colás, Colás, te quedas o te vas
Jorge González Nicolás, Fiscal General del Estado, ha reconocido el crecimiento del narcomenudeo en Chihuahua, particularmente en el municipio capitalino. No presume primeros lugares, cual es el hábito demagógico de esta administración, pero en realidad lo que está admitiendo es que la tan llevada y traída seguridad en el estado simplemente no es lo que su jefe propala a diestra y siniestra, y más a la primera que a la segunda. El fiscal en apuros, que si lo pusieran a renunciar lo haría por sus complicidades con el cacicazgo, ya cerró filas para quedarse en el sitio que ocupa y que lo avergonzará y hará impresentable para la posteridad. Será de esos exfuncionarios que se arrepentirán de por vida de una etapa degradante de la que fueron cómplices, por la obsequiosa dependencia a un cacicazgo artero como el que padece Chihuahua.
Así se demostró cuando recientemente hasta se convirtió en guardia de cuerpo de Duarte frente a los periodistas, cuando de manera grotesca e infantil reconvino a un reportero que hacía su trabajo y que, por cierto, bien lo puso en su lugar.