A la gobernadora no le bastó el caos que armó el 20 de Noviembre (que ahora duras dos días), paralizando la ciudad con un apoteósico desfile en el que el centro era ella, de acuerdo a sus nuevas políticas de imagen personal.
Ayer repitió la dosis con motivo del encendido del árbol navideño en el centro de la ciudad y, de nuevo, la capital chihuahuense se vio perturbada ante el enojo de infinidad de transeúntes y conductores de vehículos.
En el corazón de estas maniobras está el gobernar a punta de fiestas. Las han convertido en el distractor para que la gente no piense en los problemas reales que la aquejan. Ahora resulta que las fiestas decembrinas duran alrededor de cuarenta largos días porque se van hasta la segunda semana del mes de enero.
Todos podemos recordar que en la tradición más cercana eso se contraía a dos semanas, cuando mucho, distribuidas entre modestos eventos religiosos y las vacaciones escolares.
Ahora ya las han tornado en un ciclo prolongado, dedicado al mercantilismo y, en la última edición, es el patrocinio de los gobiernos a publicitar fiestas en un mes en el que acontecen cosas importantes, pero a la sociedad la mantienen dormida. Por ejemplo la aprobación de las leyes de ingresos y los presupuestos de egresos de todos los niveles: municipales, estatales y federal, que tan importantes son pero se discuten en la opacidad completa. De ahí que se hable de la “cuesta de enero”, que es más que una cruda.
Con la instalación de costosísimos árboles navideños, toboganes, pista de hielo, nacimientos, y en general la ornamentación de la época, pretenden que vivamos en una realidad cosmética, de falsos sueños y engaños.
Aunque no lo parezca, cuando se gobierna así, en realidad se vive al día a día, como que la agonía de las crisis políticas se pervierten y ocultan, aprovechando el calendario cívico y trastocando los sentimientos religiosos de la población, que los gobernantes tanto exaltan de los dientes para afuera.
El 20 de Noviembre y el encendido del árbol de ayer, significan para el hombre y la mujer de a pie, molestias, retrasos en los trabajos –y por ello castigos laborales–, gastos suntuarios del erario y hasta choques y multas imprevistas.
Pero a Maru le gusta el burrito sabanero.