“¿Por qué escribir una carta? Porque no se puede hablar ni callar. La correspondencia nace de esta doble imposibilidad, que supera y de la cual se nutre, entre palabra y silencio, entre comunicación y soledad… Se escribe porque no se puede hablar: lo más frecuente es que sea a causa de la distancia, de la separación, de un espacio que las palabras no pueden franquear…”. Así se expresó el filósofo André Comte-Sponville, al publicar hace unos cuantos años un libro notable que llamó Impromptus, título en recuerdo de la obra musical de Schubert. Quizá bajo esa idea Unión Ciudadana -brazo cívico contra la tiranía de César Duarte- entregó una misiva a Enrique Peña Nieto, signada por Jaime García Chávez, Francisco Barrio, Olga Ponce Frescas, Víctor Quintana, Pablo Cuarón Galindo y el senador Javier Corral, quien personalmente la entregó ya casi al finalizar la ceremonia de la Cámara alta en la que se otorgó la medalla “Belisario Domínguez” al poeta chiapaneco Eraclio Zepeda.
Se trata de un breve texto (no más de dos cuartillas) que sintetiza el sentir de muchos chihuahuenses en contra de la corrupción política y el autoritarismo del cacique local. El texto íntegro se dará a conocer luego de que el presidente de la república se informe personalmente de él, exprese su respuesta y sepamos los chihuahuenses la voluntad del gobierno de la república en torno a la querella chihuahuense. Unión Ciudadana optó por brindar las oportunidades que puede generar una moderación bien entendida.
Fue una carta porque, en esencia, es muy difícil para los ciudadanos hablar -entiéndase hacerlo directamente y cara a cara- con los altos funcionarios que se adosan un cerco que los hace impenetrables a la voz ciudadana común y corriente, donde palpitan los malestares y los agravios, inescuchados por una burocracia ciega y sorda. Pero escribirle cartas al presidente es porque de ninguna manera se puede callar lo que acontece con una dictadura intolerable e inadmisible en nuestro estado norteño. Y como no podemos callar ante él, le hicimos entrega del texto a través de un senador que entiende la representación más allá de los obsequiosos cartabones con que se conducen otros que no tocan, ni con el pétalo de una rosa, la investidura presidencial, a contrapelo de su deber de velar por un pacto federal real y ser oriundos de Chihuahua, cual es el caso de Patricio Martínez, Graciela Ortiz y Lilia Merodio.
Una carta porque hay distancia, separación, que impide la palabra directa que no puede franquear el espacio que aparta a los poderosos de los ciudadanos y su adolorida condición, siempre siguiendo la línea del filósofo francés. Él dice que la correspondencia existe para habitar juntos cuanto podamos -a pesar de la drástica separación-. De aquí que es correcto el compromiso que se trabó de esperar un pronunciamiento presidencial. Son tiempos muy difíciles y si algo hay que reconocerle a la denuncia que dio pie a la averiguación AP/PGR/Chih/Jua/2143/2014-VI-A es que constituye una apuesta por el Derecho y un reto a la instituciones encargadas de aplicarlo, en este caso a través de la justicia penal. En otras palabras, una apuesta que en el fondo descarta la opción de la violencia y la revuelta. En tal sentido, la entrega de la carta a Peña Nieto cubre varios propósitos. El primero más que elemental: ya no se podrá argumentar no tener conocimiento directo del tema y, lo más importante, debe haber un pronunciamiento que deje muy en claro por dónde puede desembocar el conflicto, porque una cosa debe estar diáfanamente visible a los ojos de todo mundo: Duarte tiene que ser castigado por sus graves faltas y en ese empeño no hay freno que valga para acallar la voluntad expresa de un movimiento creciente y que cuenta con el consenso y aprobación de miles y miles de chihuahuenses.
Quienes se preguntan si la carta constituye una faceta del ejercicio político, no lo dude, es un ejercicio de los derechos de los ciudadanos para plantear sus reclamos, precisamente a quien, aparte de su enorme poder y facultades, le cabe la responsabilidad enorme de deslindarse de uno de sus correligionarios y al que malamente en alguna ocasión bienrecomendó a pesar del desprestigio que en la vida cívica tiene el atrabiliario César Duarte. Es una carta que espera respuesta, lo contrario sería ahondar esa frontera infranqueable que separa drásticamente a los ciudadanos de los representantes del poder y que acorta precisamente la entrega de una misiva, pero que también puede ser la prueba de una profunda separación cuando no hay una respuesta real, pues de ninguna manera se tendría por tal un simple acuse de recibo y turno, como es habitual que esto suceda. Estamos en espera activa.