El Partido del Trabajo se ha convertido en un ejemplo clásico de la peor prostitución política en México. Si quisiéramos verlo con bondad, lo asociaríamos a las versiones chinas del comunismo de Mao Tse-Tung; pero en realidad es una excrecencia coreana de la dictadura actual en manos de Kim Jong-un, heredero de una dinastía totalitaria que mantiene en la miseria a su pueblo, para destinar todos los recursos a la producción de cohetes militares que no rebasan el Mar de Japón.

El PT siempre ha vivido de venderse al mejor postor, sin importar absolutamente nada. Lo mismo ha sido instrumento del PRI, que del PAN, y ahora de MORENA. Al igual que Kim Jong-un, tiene un líder eterno, conocido en el bajo mundo de la política como Alberto Anaya.

A su tiempo los prohijó Carlos y Raúl Salinas, y sus votos en los congresos locales siempre han tenido precio, que puntualmente pagan los gobernadores de todos los signos partidarios, en dinero, especie, protección nepótica, permisos de cantinas, licencias de taxis, burdeles y otras linduras.

Como es natural, López Obrador los abrazó con la “generosidad” que lo caracteriza, para sus proyectos de poder que, como se sabe, lo mismo recluta a petistas que derechistas del corte de Lilly Téllez, fascistas como Manuel Espino, priistas como Manuel Bartlett, sindicalistas neocharros como Napoleón Gómez Urrutia, y toda una gama de impresentables.

Esto se evidencia en la coyuntura actual, cuando a consecuencia de la manita de puerco que les aplicaron desde Palacio Nacional, dejaron en la picota a su candidato coahuilense a la gubernatura, Ricardo Mejía, otro oportunista y logrero del viejo PRI. De esa manera tratan de fortalecer la candidatura de Armando Guadiana Tijerina, al parecer perdida en sus propósitos de extender la Cuatroté a las tierras de Madero y Carranza.

Aunque ubicamos esto al final, no está de ninguna manera en lo último de importancia. La decisión de retirar al PT es producto de una burda venganza de López Obrador contra su antiguo subsecretario de Seguridad y Protección Ciudadana, al que le reclamó que ni adiós le dijo, antes de partir sin permiso a la aventura electoral.

El PT ya no resiste ni un análisis basado en la canción “Aventurera”, de Agustín Lara. A la prostituta, protagonista de la canción, el llamado Flaco de Oro le recomendaba que hiciera menos escabroso su camino y que vendiera caro su amor. Y así ha sido.

Anaya por el PT, y Mario Delgado, por Morena. Alianza de última hora.

Es una lección de política que no figura en el librito rojo de Mao, pero que jugosas ganancias le ha dejado al canalla de Anaya (no confundir con Anayín canallín).

Y otro que no canta mal la misma canción, y cobra con diamantes su pasado y su presente, es el Partido Verde, que también dejó colgado de la brocha a su candidato Lenin Pérez en Coahuila.

De todo esto puede extraerse algún tipo de moraleja: quieren imponer los bigotes y la tejana del delincuente Guadiana a toda costa, y aunque los votos de Coahuila son de poca monta para MORENA, el partido oficial denota cierto nerviosismo por preservarlos, rumbo al 2024.