Padecemos la ruindad de la clase política mexicana, de la cual la chihuahuense es una variante que no hace malos quesos.
La trifulca que se traen María Eugenia Campos y Javier Corral, ambos panistas de larga data, exhibe aspectos de esas infamias.
Empecemos por el efecto dominó que causan los procedimientos penales que la gobernadora ha emprendido contra algunos corralistas: de inmediato, hay una declaración del alcalde, hoy morenista, de Ciudad Juárez, Cruz Pérez Cuéllar, exigiendo al estado que no se detengan ante funcionarios menores, sino que avancen hacia el mismo exgobernador, al que tilda como “vulgar huevón”, y al que algo le sabe por sus relaciones de compadrazgo.
A su vez, Corral mueve a personas ligadas a sus afectos para defender a los exfuncionarios que encaran procesos penales, y también se vale de publicaciones prácticamente anónimas y por las que nadie responde, más allá de la libertad que tengan para expresar opiniones y críticas.
Por otra parte, hay morenistas que apapachan a Javier Corral, esperando que cierre filas con ellos en el futuro electoral que se avecina; y en el bando contrario Alfredo Chávez, el diputado que hoy coordina a los legisladores panistas en el Congreso local, prácticamente nos dice que Corral se protege colgado de los pantalones de Andrés Manuel López Obrador. Pero ninguno de estos se atreve a hablar con claridad y ofrecer pruebas de sus afirmaciones.
Aquí la ruindad consiste en que la deliberación pública no tiene más medida que la boca de quien habla, y se pueden cruzar todo tipo de afirmaciones sin hacerse cargo de una mínima demostración.
Otro aspecto de la ruindad es el papel que juegan los periódicos de Osvaldo Rodríguez Borunda, que se benefician cotidianamente de un caudal de dinero público y exagera la nota, cayendo en la apología del delito, con toda impunidad, en favor de Maru Campos y su política revanchista y vengativa.
Esta clase política habla permanentemente de que hay unos Expedientes X, unos en versión corralista, otros en versión maruquista, pero esos expedientes nadie los conoce a fondo ni se dicen quiénes están, y así el problema de la corrupción se banaliza en una reyerta entre dos panistas de viejo cuño.