Ayer se suscitó un abuso policial en una de las sucursales de la nevería Coldy en Chihuahua. Aparentemente el hecho no tiene relevancia. Pero sucede que agentes ministeriales, después reforzados por otras corporaciones, llegaron a la nevería en busca de una persona para detenerla (se ignora si llevaban o no orden de aprehensión), y procedieron a secuestrar a todos los clientes de ese establecimiento en una fecha tan significativa como el 10 de mayo.

Bajaron las cortinas metálicas, se apostaron afuera e ingresaron al local, generando una molestia que se traduce en temor e incertidumbre, en estos tiempos en los que ocurren hechos violentos de manera cotidiana.

Tanto los agentes ministeriales como los policías se solazan hablando de protocolos, y frente a cualquier reclamo ciudadano dicen estar actuando con apego a ellos. La palabra “protocolo” casi se convierte en mágica para excusar el abuso.

Los clientes de la nevería pasaron un mal rato, en primer lugar porque en estos tiempos no es suficiente el uniforme que puede distinguir a los agentes del estado, porque esos uniformes cualquiera hoy los puede tener.

La realidad es que se nota falta de profesionalismo, abuso policial que quieren corregir con una simples disculpas, porque además, a quien buscaban no estaba en ese negocio, sino en una tienda de conveniencia cercana, en donde finalmente ocurrió el dichoso arresto.

Ojalá no vuelva a suceder. Pero lo dudo.