Ni Don Roque pudo haberlo hecho mejor, aunque la diferencia entre el muñeco del famoso ventrílocuo Paco Miller y Javier Garfio es que al menos el primero se le rebelaba de vez en cuando a su manipulador. En cambio el alcalde de Chihuahua, movido por los hilos del cacique mayor, y éste a su vez presionado por la recomendación emitida por la Comisión Nacional de los Derechos Humanos, se vio obligado –sí, leyó usted bien: obligado– a pedir ayer una disculpa pública a nombre del ayuntamiento a las víctimas del Aeroshow.
Pero las palabras que utilizó el ahijado político de Duarte no conmovieron ni a las rocas, y vaya que estas podrían hablar, como dice un pasaje religioso, y hasta pudieran haber traído agua al planeta –es decir, vida– según algunas posturas científicas contemporáneas. El discurso de Garfio nació sin vida, y su frivolidad y superficialidad fueron suficientes para que los presentes en el evento celebrado exprofeso no le otorgaran credibilidad, entre otras, por una razón (podría haber más): al ofrecer disculpas no explicó precisamente las razones del Estado que representa para hacerlo. Sólo pidió disculpas, y ya.
Además, la falta de sinceridad tiene que ver con que este personaje, Garfio, fue el primero en declarar (la memoria está presente) que él no podía andar cargando una chequera para pagarle a los deudos y que ni siquiera sabía cuánto les tocaba. ¡Qué descaro!