vivebus-amparo22may2014

Los malos gobiernos, por decirlo de manera no drástica aunque no lo parezca, y no se diga los cacicazgos como el de Duarte Jáquez en Chihuahua, padecen sistemáticamente de la corrección de sus actos a consecuencia del funcionamiento de las instituciones federales. El decreto que ordenó la requisa del Vivebús, lo dijimos oportunamente, no tiene sustento jurídico y por tanto se desbarrancaría, como ya sucedió con la suspensión que un juez federal ha concedido, que favorece a la CTC y es del dominio público. Igual aconteció con la intervención de la Comisión Nacional de Derechos Humanos en el escándalo conocido como Aeroshow. En ambos casos se deja sentir como una obviedad que la violación de derechos reconocidos en la Constitución y en las leyes se restañan como una medida a los despropósitos de un gobierno que se confía en su divisa de que el poder es para poder y no para no poder, justo en un mundo en el que el distintivo de ajustar el poder al derecho se abre espacios todos los días, frente a un autoritarismo despótico que cree que por ocupar un cargo ya puede hacer y deshacer, como ha acontecido en el caso chihuahuense a lo largo de los últimos cuatro años.

Por eso, en anterior entrega del pasado lunes, precisamente, dijimos que en el asunto del Vivebús el gobierno ha ido de tumbo en tumbo y de fracaso en fracaso. De todas maneras tenemos que recetarnos todo tipo de intervenciones oficiosas en las que a las intervenciones federales –como la de un juez de Distrito o de la CNDH– se les buscan segundas intenciones: que si actúan por consignas, que si tienen dobles finalidades, etcétera, etcétera. Lo que está fuera de duda es que las decisiones que emiten tienen un sentido conforme al Derecho y es lo primero que se debe ver. Hay un fracaso en todo esto y no obstante que cuando se inauguró esta administración se dijo a los cuatro vientos y con voz engolada que habría una “consejería jurídica” en el gobierno del estado. Eso riñe con la mentalidad del cacique, que más que funcionarios republicanos gusta de tener abyectos cómplices a los que coloquialmente les llama “chanates” y a los que todos los días les advierte que no están seguros en sus puestos. Igual lo hacía el dictador Trujillo en la Dominicana.