Aunque ya tienen tiempo entonando el Miserere, finalmente se exhibe a los ojos de los chihuahuenses cómo el gobierno de Javier Corral se apiadó de los periódicos de la Organización Editorial Mexicana que preside la señora Paquita Ramos viuda de Vázquez Raña. De suyo hace tiempo que ese salmo tan famoso se venía cantando ante el declive de la otrora poderosa cadena periodística, sierva del estado mexicano durante décadas, eslabonada por el impresentable coronel García Valseca y que constituyó una agencia más en particular del PRI y al servicio de la Guerra Fría con su gran carga de anticomunismo y persecución de cuanto movimiento social insurgente hubo en el país a lo largo de muchos años.
Ahora la “novedad” es que se creó un Consejo Editorial para los periódicos que aún quedan de la OEM en Chihuahua; es un aparato que se distingue, con sobradas características, por estar integrado por ciudadanos y ciudadanas –me refiero a las importantes– total y absolutamente al margen de lo que es un medio de comunicación, el periodismo y la difusión del pensamiento a través de la letra impresa y con largueza de todos los recursos tecnológicos que se han ido adosando a los medios de comunicación. Se creó para rubricar una doble necesidad: que esos periódicos no terminen en el panteón y que sirvan a un proyecto dependiente, y por tanto faccioso, del gobernador del estado en lo que le resta de su fallido quinquenio, durante el cual adquirió deudas altísimas que la ciudadanía le cobrará durante las elecciones del año entrante.
Entre los integrantes de ese consejo encontramos a Alejandra De la Vega, practicante de la censura y quien si no cumple con los compromisos del cargo público que ostenta, menos se ocupará de formar parte del reciente juguete del frustrado periodista Corral Jurado, que un día se presentó con desconocimiento de la historia, como el primer gobernador periodista de Chihuahua, olvidando a don Silvestre Terrazas, el legendario director del Correo de Chihuahua que combatió la corrupción del terracismo porfiriano, de cuyo linaje forma parte su delfín Gustavo Madero Muñoz.
En ese consejo también están un par de rectores: Luis Fierro Ramírez de la UACH y Juan Ignacio Camargo de la UACJ, que se han olvidado de la pluralidad de medios que hay en Chihuahua como para romper el criterio de universalidad al que están obligados, para estar presentes y equidistantes del resto de los medios de comunicación.
Están a su vez –¡cómo podrían dejarlos fuera!– los representantes de organizaciones empresariales, con intereses muy específicos y concretos que los hacen una parcialidad de la sociedad, por tanto, que están colocados en la mira de la crítica, pero que ahora se pertrechan tras un viejo y valetudinario periódico.
Si realmente la OEM quisiera dar un giro a su circunstancia, caída tecnológica y descrédito ciudadano, debiera de estar pensando sin las cadenas que la unen a un pasado que ya no regresará: ser agencia del stablishment, sanguijuela del presupuesto. Si por esa senda marcharan habrían formado un Consejo Editorial con destacados intelectuales, pensadores, historiadores, académicos, y sobre todo periodistas de talla para acometer la tarea de aggiornamento que tanta falta le hace. Pero estos no son ubres presupuestales, y además tampoco son dóciles de aceptar esos cargos ni mucho menos figurar como simples floreros para engañar a los cada vez menos consumidores de periódicos.
En otros medios, en otros tiempos, hubo consejos editoriales más afortunados, ciertamente con corta vida quizá porque dichos medios, en general, hace dos o tres décadas no estaban –¿lo estarán aún?– preparados para discutir internamente los mejores criterios para el despliegue de su oficio.
Tácito llegó a decir: “¡Oh! Rara dicha de los tiempos en los que se puede pensar lo que se dice y decir lo que se piensa”. Aquí en México esa idea ha corrido con poca fortuna y prácticamente con ninguna en la OEM, con todo y su reciente Consejo Editorial que tiene el tufo de la censura, la dependencia y la facciosidad política. Todo ello sin contar con la despiadada acometida de las redes sociales, cuya democratización informativa, a pesar de estar cuestionada por algunos, ya no responde a la lógica de los intereses, casi siempre económicos, de los dueños de los medios masivos. El monopolio informativo hace tiempo que cayó pero muchos no se han dado cuenta y no han podido adaptarse a los nuevos tiempos.
Lo cierto a estas horas es que mientras la señora Paquita Ramos entona el Miserere y Javier Corral la escucha, en la calle sólo se entonan responsos por los periódicos que un día formaron parte de una oxidada cadena y hoy están a un paso de la tumba fría.
Leo casi a diario “Ráfagas” que aunque muy oficialista, como las columnas de Omnia y otras ranciamente priistas, se percibe objetiva e imparcial, ya que en esta supuesta democracia, se han refinado los métodos del “Vulgar Ladrón”, aunque los conforme con migajas y no con los bacanales de antaño. El Heraldo tiene mucha tradición y en este país, lo tradicional no muere. También leo El Diario de Chihuahua, sus análisis hasta hoy en todo el espectro de la prensa chihuahuense me parecen los más actuales, los más interesantes y los más objetivos. Leo bastante prensa chihuahuense, pero definitivamente me sigue generando repulsión aquella que es exageradamente oficialista de ocasión y pierde su tradición editorial. Es fácil hoy en día identificar cuál prensa está vendida y con quién está vendida. Todos entran al negocio, pero hay muchos como El Heraldo y El Diario que no pierden su libérrima tradición editorial, en tanto que muchas columnas de periódicos digitales emergentes, excepción hecha de Froylán e Ibarra, francamente se ven más sesgadas, de lo que se les incriminaba a El Heraldo y El Diario en tiempos del patricismo, reyesbaecismo y hasta del duartismo…