En raro género de entrevista –las preguntas nunca aparecen– Javier Corral utilizó dos grandes páginas de El Heraldo de Chihuahua para dar a conocer réplicas, proyectos personales, afectos, denuestos, mentiras y otras tantas opiniones. Los grandes temas que le obligan a respuestas puntuales están ausentes. Chihuahua también.

Dice lo obvio: que la relación con el gobierno de López Obrador no será fácil, y todos sabemos que eso se debe dar por descontado por la estrategia que tiene el chihuahuense de parársele enfrente al presidente para hacerse notar, cuando que lo nodal sería aprovechar su posición para defender los intereses de Chihuahua y obtener ventajas para el mismo; pero, al parecer, lo que le interesa es convertirse al lado del presidente en única vida paralela, como aquellas de las que se ocupó Plutarco en obra memorable. Conociendo a López Obrador, creo imposible que lo logre.

A Corral le interesan esferas de la vida política ciertamente importantes, cuestionables porque van en demerito de la responsabilidad que tiene y que debiera ser a lo que tendría que abocarse como prioridad. Dice reconocer a Rocío Reza como una buena dirigente del PAN, pero la misma brilla por su ausencia, o al menos no le deja el espacio que le corresponde.

Corral ve en México un Venezuela en el futuro y dice que hasta se le pone “chinita la piel”. Incluso se sobrecogió ante su conjetura de que López Obrador pretenda reelegirse en 2024. Corral quiere dar la voz de alerta: no hay tiempo que perder, hay que encarar al presidente con todo; y de ahí se desbarranca hacia una fraseología muy del gusto de los dictadores latinoamericanos de la década de los 70: por la senda del vulgar anticomunismo de la Guerra Fría, tornándose en cruzado por el humanismo sin contenidos expresos, y hasta por el occidente cristiano, la familia, la sociedad, la patria y la nación, que a decir de él son los valores que a los chihuahuenses han unido siempre, por sobre cualquier ideología. Qué pobreza de historiador. El dictador Videla o el mismo Pinochet habrían secundado su pronunciamiento.

Habla de un Chihuahua pujante en el plano de la economía, aparentando que él es el artífice de esa pujanza, cuando la verdad es un simple invitado a cortar el moño cuando se inaugura alguna maquiladora que tiene su corporativo en otro país del mundo. 

También presume que el Estado de derecho es creciente, cuando sabemos que en la realidad se ha decretado la abolición de la división de poderes, por ejemplo. Pero hay un apartado donde desbarró en términos absolutos: caracterizando a MORENA como algo totalmente ajeno a un partido político, afirmando que es un mazacote –como el que él quiso formar y lo denunció Porfirio Muñoz Ledo–, y dice que el PAN prácticamente es la única opción para encarar el futuro del país. Tengo para mi que cuando dice PAN piensa en él mismo, como si ya nos hubiésemos olvidado de qué forma la jugó en 2016, como para pensar que alguien puede creerle por sus lealtades y congruencias. Afirma Corral que los panistas son los promotores de la democracia en el país, olvidando que, igual que en el tango, el PAN tiene su historia ya imborrable en los rostros de Fox, Calderón, Moreno Valle, Yunes Linares, Padrés, por sólo nombrar una quintilla, pero además ocultando que fue partidario del “Pacto por México” al cual aplaudió en un artículo que en otras ocasiones he reseñado. En otras palabras, se manchó las manos junto con Gustavo Madero y Ricardo Anaya, al que apoyó con todo.

Sin desglosar su patrimonio, habló con franqueza del mismo; sólo le faltó aclarar que es producto de su ya larga empleomanía. 

Por lo pronto, lo único que vende Corral –y habrá que ver quién se lo compra– es una pugnacidad sistemática, permanente, contumaz con Andrés Manuel López Obrador, experto torero que sabe esquivar el bulto, más si es ligero. Siempre sin olvidar el pincho que porta.

Corral piensa que Chihuahua vive de alimentarse de sus pleitos. Allá él, afuera y en todos los confines de Chihuahua ya se pide su remoción. Quizá debiera entender que si se quiere lanzar al antilópezobradorismo a fondo –a lo que tiene pleno derecho–, que se la rife con sus propios recursos; el gobierno de Chihuahua no tiene porqué pagar ese costo y mucho menos su dolida gente.