Clau a Maru: ‘no hagamos política con la seguridad’
Cada día la pregunta de qué es la política se convierte en la interrogante clave cuando vemos el desempeño de los gobernantes, sobre todo de quienes están en la cúpula del poder, en este caso la presidenta Claudia Sheinbaum y los titulares de las gubernaturas, de la tipología de María Eugenia Campos Galván.
La cuestión nace de la simple suspicacia con que se pueden ver sus discursos, las palabras con las que se dirigen a los que se supone son sus representados. La presidenta, siguiendo el libreto de López Obrador, se dedica a denostar a los conservadores del llamado PRIAN (del que muchos figuran ahora en MORENA) y les dice, en la sufriente ciudad de Acapulco, que el problema de la seguridad no debe politizarse. Insinúa que la más lacerante calamidad que se cierne sobre el país, dejando muertes y masacres por todos lados, debe salirse de los cánones de la política como discrepancia y acuerdos, para que quede reducida a la obediencia y la complicidad.
Evidentemente que esto no puede ser así. De lo que escribo es del más agudo de los problemas políticos porque entraña el colapso del Estado mismo, que se ve con todo su poderío en el terreno de lo que falla, de lo que no ha podido resolver, del territorio donde impera el fracaso. Ahí están las estadísticas oficiales que lo gritan y los saldos catastróficos que nos han dejado los sexenios de Fox, Calderon, Peña Nieto y López Obrador.
Vamos para un cuarto de siglo y la violencia criminal ni cesa ni se resuelve. López Obrador siempre tuvo a la mano el argumento del fracaso que le precedió, pero él continuó en la misma línea y agravó mucho más la realidad que tenemos con la militarización y la destrucción del Poder Judicial, cuyas consecuencias hoy son difíciles de narrar.
Sheinbaum ya no está en posición de decir que le heredaron un país hecho garras, porque ella es la continuación de esa etapa crítica y ahora riesgosamente explosiva cuando en la agenda de Donald Trump está la amenaza de hacer justicia directamente desde Washington con todo su poderío. El nombramiento de Ronald Johnson como futuro embajador es un escalofriante presagio. Pero la presidenta dice que no se haga política con el tema de la seguridad, cuando es precisamente lo que está sobre la mesa para generar una política, en este caso interna y externa.
Sheinbaum piensa que son tiempos de un discurso de unidad nacional cuando ella y López Obrador se han dedicado a polarizar como nunca al país entero. Pero no sólo eso, de alguna manera se puede afirmar que hasta regañó a los gobernadores que, mediocres y cobardes, guardaron silencio, porque les pagaron con el acto de revivir la Confederación Nacional de Gobernadores, que no ha servido absolutamente para nada, que contraviene una disposición expresa en la Constitución y que además se podría resolver conectándose a reuniones por Zoom. ¡Ah!, pero eso sí: aquí no hay política sin parafernalia, sin boato, sin engaño. Esa sí se permite porque es muy del estilo de quienes practican la hipocresía y la demagogia.
Al final estas reuniones terminan por erosionarse en selfies que se complementan con la hipocresía de Maru Campos, que ahora viene a decirnos a Chihuahua que coincidió con Clau, exponente indiscutible de MORENA a la que no ha mucho pretendía romperle el hocico.
Y cabe preguntarse si García Harfuch, que se puede empantanar en Sinaloa y fracasar rotundamente, podrá convencernos de que Gilberto Loya, el secretario guardaespaldas de Maru, tenga el tamaño para resolver una política de seguridad, cuando lo único que reporta su estadía al mando de las fuerzas locales es que Chihuahua ocupe el cuarto lugar en homicidios, después de Guanajuato, que es el campeón, y otros dos muy conocidos.
Los del poder creen que hacer política es de su exclusividad, su privilegio. Están equivocados, y el tiempo viene dando la razón de manera sobrada.