La miseria del cacicazgo duartista lo exhibió, de manera puntual en esta coyuntura, el lamentable suceso de Delicias en el que fallecieron varias personas, en particular dos menores de edad. Las críticas y reprobación del abuso policial y militar corren de boca en boca, aunque aún no se vertebre una denuncia formal e indispensable para esclarecer y castigar a los responsables. Es tarea para un grupo disciplinario de derechohumanistas. Ojalá más temprano que tarde haya una iniciativa al respecto, que actúe para llevar este doloroso caso a todas las instancias que haya menester.
Pero inicio hablando de miserias y ahora le tocó exhibirlas al director de la Policía Estatal Pablo Ernesto Rocha Acosta: las críticas y reconvenciones que ha recibido las cataloga como un intento de desestabilizar al estado. Sí, leyó bien, “des-es-ta-bi-li-zar”. Podríamos recomendar al jefe policiaco algún diccionario para que se instruya del significado de las palabras, y sobre todo para que aprenda que no es bien vista la exageración como defensa de una irresponsabilidad evidente que tiene, ya como efecto en este momento, la pérdida de vidas humanas y los infantes a los que a pesar de los “protocolos” aplicados se les provocó la muerte por el abuso e impericia de la policía y con la presencia protagónica de elementos del Ejército, que seguramente piensan que los vientos de Tlatlaya les favorecen.
Ha circulado públicamente el testimonio de la hermana de El Gallero en el sentido de que éste advirtió de su inminente “entrega” lo que permite conjeturar que las cosas no debieron llegar a la gravedad que luego cobraron. En todo caso, hay materia para una investigación de fondo para esclarecer esto que a mi juicio es un abuso y ejercicio desproporcionado de la fuerza pública, policial y militar.
Pero en el ámbito local es una desmesura que el jefe Pablo Rocha Acosta acuse “desestabilización” ante críticas que ni siquiera corren paralelas al nivel de indignación que priva en el estado y particularmente en Delicias, y el uso artificioso y con finalidad de engaño de la aplicación de supuestos protocolos que nadie conoce pero que es elemental entender que no se puede disparar contra una casa sin cerciorarse cautelosamente de quienes están ahí, en este caso si hay personas ajenas por completo a la delincuencia y menores de edad, como los que estuvieron en presencia.
No hay duda: Pablo Rocha debe ser destituido y puesto a disposición de autoridades competentes para esclarecer su responsabilidad, y con él los agentes involucrados. Igual demanda se impone a los jefes militares y efectivos que de acuerdo a las imágenes del dominio público, tienen responsabilidades.
Sin duda estamos viviendo la falta de profesionalismo, anarquía, que a mi ver las fuerzas que se supone son creadas a guardar el orden. Actúan como gorilas …Ahora bien QUIEN LOS MANDO HA HACER TAL BARBARIE!!!!….SOBRE SU CONCIENCIA A ESOS NIÑOS Y QUE PAGUEN CON CARCEL… SU GRANDE ESTUPIDEZ………..
Hay ocaciones en que miro una foto de un delincuente y otra de un jefe policiaco y la verdad no se quien es uno y quien es el otro. Hacen lo mismo y por eso son parecidos. Hay sus asegunes.