Al gobierno no le interesa tener una política cultural de estado. Si me apuran un poco, no le interesa política cultural alguna. Es un apartado carente de una agenda puntual y responsable, frecuentemente a merced y al gusto de quienes tienen las facultades de decisión y, en especial, de presupuestación para un apoyo a los creadores de las diversas disciplinas.
Al igual que en tantas otras cosas, en el gobernante común y promedio de la república, le interesa más actuar en congruencia de sus íntimas convicciones o preferencias que lo que es una visión de la cultura, siguiendo los lineamientos, digámoslo por ejemplo, de lo que dispuso la Conferencia de Venecia de la UNESCO en 1970, o la Conferencia Mundial sobre Políticas Culturales celebrada en la Ciudad de México en 1982.
Para no pocos gobernantes estos instrumentos son papel mojado del que se pueden desentender a contentillo, porque la política cultural no les importa absolutamente nada y viven de ocurrencias y en el día a día.
Todo esto se ha evidenciado con la puesta en escena de La golondrina y su príncipe por parte del empresario Federico Elías y su socio mercantil, Alberto Espino. No olvidemos que en el fondo está una sociedad anónima en lugar de una entidad de orden público, que son las que pueden tener un proyecto democrático e incluyente.
El gobierno de María Eugenia Campos no es excepción desde ningún ángulo. Pero por tratarse del tercer gobernante, ahora mujer, surgida de las filas del PAN, conviene hacer un paralelismo de su incipiente gestión con la de Francisco Barrio, que inauguró su administración en 1992.
Barrio hizo un esfuerzo de fortalecer al Instituto Chihuahuense de la Cultura, acorde con las obligaciones públicas contraídas, luego de una convulsa etapa de la política local en la que el compromiso con el pluralismo se había hecho parte central del discurso público, en este caso el de un partido que de 1983 en adelante articuló los principales desafíos electorales contra el viejo partido hegemónico, el PRI, hoy en cohabitación en el gobierno panista del estado.
Quiero señalar dos o tres aspectos que me parecen relevantes. En primer lugar, Francisco Barrio nombró, para encabezar al ICHICULT, al maestro y antropólogo Leonel Durán Solís, un distinguido ciudadano que tiene en su historial haber sido subsecretario de Educación con Jesús Reyes Heroles, del PRI, pero con notas positivas que lo distinguían.
Es gente ligada al cardenismo y no tengo menos que recordar que acompañó al general Lázaro Cárdenas durante la visita a Chihuahua que hizo el expresidente luego del Asalto al Cuartel de Madera. Tampoco olvido que fue Durán Solís el que publicó un ideario del pensamiento del general michoacano, resumiendo brillantemente las claves de su praxis política. Menos se puede omitir que formó parte de la Corriente Democrática que marcó la ruptura con el PRI y abrió cauces a la transición democrática, acompañando en ese difícil momento a Cuauhtémoc Cárdenas, a Porfirio Muñoz Ledo e Ifigenia Martínez.
Durán Solís jugó su importante papel, más allá de una visión de compromiso partidario. Su gestión siempre se alentó desde una visión de la cultura de avanzada e inclusión. No resultaba fácil para una persona como Francisco Barrio designar a Leonel Durán como director de ICHICULT, empero lo hizo, dando una muestra loable, ajena a una visión de facciosidad partidaria.
Ya al frente del ICHICULT, cuya gestión está sujeta a una valoración, que desde luego puede incluir críticas y disensos, se demostró que llegó para iniciar una política cultural en estricto rigor, y a ese propósito publicó un Plan Estatal de Cultura, vasto, completo, que se hizo cargo de los principios rectores de la pluriculturalidad y plurietnicidad que se da en el país y en nuestro estado.
Abordó los temas institucionales, su imbricación con el presupuesto y el autonomismo de una tarea tan delicada y que sufre el ancestral desdén de los gobernantes.
De ese documento recupero palabras tales como la advertencia de que los “planes se han formulado en diferentes administraciones, pero la cultura, a pesar de las menciones obligadas, ha quedado casi ausente, limitándose con esto su desarrollo”. Subrayó su vinculación con el sistema educativo en todos los niveles, desde el básico hasta las universidades, y demás, “para unir voluntades y esfuerzos en el diseño de iniciativas culturales y artísticas que puedan potenciarse y compartirse (…) con las propuestas culturales y artísticas de la sociedad civil, con respeto absoluto a la pluralidad ideológica de personas y organizaciones”.
No abundaré en el grueso racimo de propuestas que se formularon entonces, únicamente quiero hacer contrastes con lo que hoy sucede con la política cultural en Chihuahua: destrucción de un Festival Internacional, que avanzaba a tientas, pero avanzaba; cancelación de una feria del libro y proyectos editoriales. Se adujeron razones de austeridad y del pago de deudas previas; en otras palabras, carencia de recursos financieros. Pero luego, la gobernadora Maru Campos se sacó de la manga 35 millones de pesos para un solo proyecto que incluye a su artista predilecto y a su patrocinador empresarial, Federico Elías, una oscura relación que viene de tiempo atrás. https://jaimegarciachavez.mx/maru-campos-de-casualidades-a-causalidades/
Aquí el lema pareciera ser “cultura es capricho”, y además se violenta y calumnia a quienes han mostrado su inconformidad con la ley en la mano para hacerlo. No se sostiene un solo espectáculo, en una sola ciudad del estado, excluyendo a todas las demás y vendernos esto como “política cultural”.
El cuestionamiento de diversos colectivos culturales sobre el privilegio y el tráfico de influencias que se evidenció con la referida puesta en escena, es sin duda una resistencia pionera, incipiente si se le quiere ver así, pero que mostró el tránsito de la negativa total al reconocimiento de los otros, por más adversarios que sean, a tener que abrir un cara a cara, obligado por la toma del escenario mismo el pasado viernes.
Se comprueba que el niño debe caer al pozo para sacarlo tarde, pero estamos lejos de una solución de fondo de esta contradicción en todos sus aspectos, y lo que una cosa ya salta a la vista es que algunos aliados resultan dañinos, como la injerencia morenista en el conflicto.
Corral creó la Secretaría de Cultura para luego entregarla, de manera feudal, a Concha Landa, quien la demeritó al grado del refinado elitismo.
No conozco personalmente a la actual secretaria de Cultura, Alejandra Enríquez, disculpen mi ignorancia, pero tampoco conozco su trayectoria en el ámbito de la cultura en Chihuahua. Sin embargo, la veo muy alejada de la estatura de Leonel Durán Solís, y eso me permite decir que los compromisos del PAN de entonces no son los de ahora y que la preocupación de la administración actual es firmar contratos millonarios con sociedades mercantiles.