Cuando iniciamos la lucha contra la tiranía corrupta de César Duarte se acercó a mi un abogado juarense, exitoso por sus cuantiosos litigios, y me dio una noticia esperanzadora acerca de César Augusto Peniche Espejel, por aquel tiempo delegado en Chihuahua de la PGR peñanietista. Registré el dato y pude constatar a través de los meses que su actuación era nula, como se dice coloquialmente, “nadó de muertito», arte que sirve para encumbrarse en las burocracias corruptas, como luego se demostró.
Ese mismo abogado me dijo que Peniche era un hombre culto, cosa que nunca pongo en duda, aunque distingo ese adjetivo de lo que tiene que ver con la sabiduría. Todo esto viene a colación porque el fiscal de Javier Corral ahora es uno de los defensores de la militarización decretada por la Presidencia de la República. Sus argumentos, no los voy a detallar, son nulos y van contra la historia concreta, específica y doliente de Chihuahua por la presencia militar que cayó como plaga aquí luego de la guerra calderonista contra el narco.
Como buen burócrata que no tiene en su haber ningún éxito en esta materia, claro que le cae de perlas que los militares hagan la función que les corresponde a las policías civiles. Al menos le aligeran la carga, o diluyen las responsabilidades por las que debiera rendir cuentas. Los sucesos de Madera, el día de ayer, forman parte ya de la cotidianidad del Corral-Penichismo. Por eso le aplauden a la militarización, para vivir todavía más despreocupados, construyendo la propia casa y dedicándose a actividades de solaz y esparcimiento.
Entre tanto el que brilla, y brilla bastante por su inteligencia, es Emilio García Ruiz. De tan brillante que hasta en la más pura ausencia lanza destellos refulgentes.