
Taddei enseñó el cobre en el INE
La obsequiosidad de Guadalupe Taddei con el gobierno de la Cuatroté, tras la apretada validación de la reciente elección judicial, puede representar el finiquito del compromiso que adquirió el día de su asunción como consejera presidenta del INE en marzo de 2023.
A como van las cosas, tras el acaparamiento del poder casi total, el gobierno federal encabezado por Claudia Sheinbaum bien podría consumar el atraco al INE en el corto o mediano plazo, tal y como ya ha ocurrido con otras instituciones, y subsumirlo, como antaño, a una Secretaría de Gobernación todopoderosa, desde la cual esta pueda autorizar, prohibir, censurar, segregar, premiar o castigar, según sus intereses, en todas las actividades de la vida pública del país. Tendría en sus manos, pues, la organización de las elecciones, como ocurrió tantas décadas atrás en gobiernos del PRI.
El IFE (después INE) surgió después de un embrionario esfuerzo democrático que se remonta a 1988; pero dicho impulso fue traicionado por el foxismo que amasó para sí las luchas de la izquierda más o menos unificada, aunque fuera momentáneamente. Pero el órgano electoral ofreció su mejor versión desde el inicio y a lo largo de varios años.
Sin embargo ahora, la mezquindad de la Cuatoté no ha dudado en emprender una ruta a todos luces apropiatoria, urdiendo, primero, que en las ternas para seleccionar nuevos consejeros en 2023 estuvieran personas afines a su causa, como la propia Taddei y la funcionaria comodín, Bertha María Alcalde Luján, que no llegó pero acomodaron como titular de la Fiscalía General de Justicia de la Ciudad de México a partir de enero de 2025, a contrapelo de una supuesta ética anti nepotista.
Ciertamente Taddei fue electa por tómbola, un caso inédito para un país que se asume democrático, pero cualquiera que hubiese sido electo de esa forma tendría el visto bueno del lopezobradorismo impositor.
Los vínculos de Guadalupe Taddei Zavala con el lopezobradorismo se intentaron ocultar al principio, pero luego AMLO no tuvo más remedio que aceptarlo en una de sus mañaneras, luego de que aquella ya había sido electa. Como se sabe, Taddei fue titular del Instituto de Transparencia de Sonora, y es familiar del entonces superdelegado del gobierno federal en esa entidad, Jorge Luis Taddei; además de ser tía de Pablo Daniel Taddei, quien fuera designado por AMLO como director de la empresa LitioMX e hijo de Jorge Taddei Bringas, delegado de la Secretaría del Bienestar en Sonora.
Así ha sido siempre el lopezobradorismo: se pelea con quien encabeza ciertas instituciones, los hostiga, los calumnia y crea figuras monstruosas que van a parar en monigotes callejeros vapuleados por los seguidores de la Cuatroté y levanta cortinas de humo sobre el fondo de los problemas. Así le pasó a Lorenzo Córdova en el INE y a Norma Piña en la Suprema Corte. Hoy, sus sustitutos, obedeciendo las reglas lopezobradoristas –Sheinbaum incluida– obedecerán las reglas durante sus funciones.
Si llegado el momento Sheinbaum se apropia formalmente del INE, no sería extraño que la misma Taddei encabezara el nuevo órgano electoral. Al culminar la reciente elección judicial, dijo, casi en tono de reprimenda a sus consejeros: “Aceptémoslo, colegas, tuvimos un proceso electoral excelente”.
Esos despojos no son elementos de la metafisica, son reales. Por ejemplo, casi nadie creía –aún muchos lo descreen– en la militarización del país, y para corroborarlo basta con echar una ojeada a las tareas y funciones que en menos de un sexenio ya desarrolla el Ejército y sus órganos adscritos (entre otros, la Guardia Nacional). Lo contrario es negación pura.
Que el INE hizo técnicamente lo que pudo con los recursos que le otorgaron, es cierto; pero el tema es otro y está del lado del nuevo partido hegemónico y del gobierno surgido de sus filas, que incitó y manoseó el proceso desde las mañaneras de su presidenta –igual que antes lo hacía el PRI– cuyo desventurado origen se ubica en el capricho vengativo de López Obrador y su colonialismo político para aniquilar al sistema judicial que ya le resultaba incómodo. Que se requería una reforma, también es cierto, pero no en esas condiciones de usurpación ni con los saldos que tenemos a la vista. Un reducido grupo de afines al lopezobradorismo decidió los destinos del “nuevo” Poder Judicial.
En ese sentido, queda muy expuesto el comienzo de Hugo Aguilar Ortiz como nuevo presidente de la Suprema Corte, cuando al recibir su constancia de mayoría por parte de Taddei, expresara en su discurso la paradoja de su verdadera selección: “A mí nadie me puso”, y aseguró que ganó por la voluntad colectiva y no por acordeones. De más está decir que la férrea adulación de Taddei, a través de la secretaria ejecutiva del organismo, Claudia Arlett Espino, le arrebató en ese evento el protagonismo que debió haberse guardado Aguilar Ortiz para sí por su discurso inicial en lengua originaria. Casi un espectáculo, al que llamaron “histórico”, la chihuahuense Espino le ganó y lo presentó en rarámuri.
Con apenas el 13 por ciento de participación ciudadana y 87 por ciento de abstencionismo, Aguilar dijo que “hoy tenemos una Suprema Corte surgida del mandato popular (que) nace con el respaldo de la ciudadanía”. Con ello, agregó, “se fortalece la división de poderes y la independencia judicial”, a pesar de las obviedades descomunales de injerencia demostrada del Poder Ejecutivo en los poderes Legislativo y Judicial.
Con todo el pillaje electoral y sus vicios denunciados y soslayados por Taddei y los suyos, la elección judicial fue validada en una votación muy cerrada: seis votos a favor y cinco en contra. Funcionó, también aquí, la estructura que poco a poco impuso MORENA en 2023 con el apoyo –qué paradoja– del PAN, un partido que condena desde las tribunas morenistas, pero cuyo historial de alianzas palaciegas tras bambalinas también es ampliamente conocido.
Se habló de un proceso histórico, cuando la reiteración del pasado merodeó cada casilla en el país y más aun su calificación en medio de delitos evidentes y un injerencismo presidencial que rayó en el propagandismo, todo eso que antes, en la izquierda marginal ya que dejó de serlo, ocasionaba paros nacionales . “No admito que se ponga en duda por 818 casillas contra más de 80 mil ni la integridad, ni la limpieza, ni la pulcritud, ni la responsabilidad ni el efecto correcto”, dijo, con toda la vanagloria posible, la consejera presidenta en su discurso de cerrojo, enseñando todo el cobre posible para entregar “buenas cuentas”, haiga sido como haiga sido.
El simple hecho de demostrar el uso masivo de los famosos acordeones que se distribuyeron desde el poder y se justificaron por el gobierno y su partido y que hasta AMLO utilizó y mostró en su casilla, hubiera sido suficiente para anular la elección, una decisión que no estaría en manos del INE, pero sí de sus responsabilidades sancionadoras vía el Tribunal Electoral que, a su vez, ya tiene tiempo haciéndole favores a las decisiones que se toman en Palacio Nacional.
Los consejeros críticos del INE, tres de ellos en particular, denunciaron además casos de urnas “embarazadas”, acarreo de electores y participación de más del 100 por ciento en casillas, entre otros delitos electorales. Cinco consejeros (Arturo Castillo, Claudia Zavala, Jaime Rivera, Martín Faz y Dania Ravel) pidieron no avalar la validez de los comicios y esperar a que se investigaran todas las irregularidades detectadas ante eventurales delitos electorales. A pesar de la exposición de dichos casos, Guadalupe Taddei calificó como un “exceso” el intento de cuestionar la elección judicial y afirmó que fueron íntegros de principio a fin. Aún así, con votación dividida (seis contra aquellos cinco) la mayoría votó en favor de validar la elección el pasado lunes.
Esperaremos entonces al primero de septiembre, como prometió la reelecta Loretta Ortiz, a ver si el espíritu santo se apiada de los pobres ministros que piensan que con ese origen, con sus demostradas actuaciones y su sumiso proceder hacia la Cuatroté van a cambiar la historia.
“No somos iguales”, decía una y otra vez el líder omnipresente, y ya ven cómo ha resultado su falsa y auto traicionada transformación.
En realidad, han sido peores.

