Nada se advierte en la sociedad que sus ciudadanos estén interesados en la Constitución política del estado y sus posibles reformas. Al igual le sucede a la legislatura actual con el Buzón Legislativo, el que se realicen foros sobre nueva constitucionalidad es algo que no preocupa y menos perturba a nadie.

Es la historia de siempre: promover grandes cambios para justificar el ejercicio del poder, aunque esos cambios no tenga sustancia alguna. Se convoca a foros que frecuentemente se ven repletos con la asistencia obligada del personal del propio Congreso, otros burócratas, o el empleo de algún grupo de colegiales que se usan como relleno para la fotografía periodística.

Otro truco es invitar a conferencistas, que vienen de la Ciudad de México, a derramar su luz y a cobrar honorarios, gastar en hoteles de lujo y en viandas y vinos. Se anota que tal o cual “autoridad académica” disertará sobre los proyectos reformistas. Pero nunca, en términos reales, se consulta a los interesados de aquí.

No se logra incorporar a un debate auténtico a los foros de abogados o a los profesionistas de la economía o las finanzas, para ver in situ qué malestares hay aquí qué reformas se ven pertinentes a partir de la propia realidad.

No dudo que haya un adarme en las intenciones del diputado Mario Vázquez, lego en estos asuntos, pero en realidad lo que se ve es un afán de grandeza por la empresa que se asume y de gran cosmético para tratar de demostrar que se va al fondo de lo que significa tocar la Constitución, así sea simplemente para hacer adecuaciones.

El diputado cuenta en todo esto, aunque parezca paradójico, con la fingida expresión de que se está haciendo algo de fondo, aunque en los hechos la temática ni siquiera está al orden del día y sentida por la propia sociedad. Hasta ahora sólo los intelectuales orgánicos del maruquismo –si es que son intelectuales– han dicho esta boca es mía, pero sólo para denostar a los críticos políticos que se han ocupado del tema.

Mario Vázquez se empeña en una empresa que un abogado notable de la picaresca chihuahuense, cuyo nombre me reservo porque ya pasó a mejor vida, catalogaba como el mejor recurso para aparentar que se trabaja. Y en el Congreso se aparenta demasiado.