Columna

El Senado, al margen de nuestra política internacional

Es ordinario que cuando se aborda la política exterior mexicana todos nos asomemos a las facultades del presidente de la república que, en su calidad de jefe de Estado, representa a México en el mundo. Ahí también vemos a su secretario de Relaciones Exteriores, al que se le denomina canciller, sin apoyo en ley alguna. Pero pocos reparamos en la facultad que tiene el Senado en esta materia.

El artículo 76 de la Constitución, relativo a las facultades exclusivas del Senado dispone que corresponde a esta cámara “analizar la política exterior desarrollada por el Ejecutivo federal”, lo que es de la mayor importancia, aunque en los hechos se trata de una atribución más formal que real.

Así ha sido en la práctica con los gobiernos de signo priista, panista y actualmente morenista. Para los presidentes de la república con origen en este último, el Senado es una pieza decorativa u oficialía de partes que recibe informes, los desahoga burocráticamente y hace nombramientos en relación al servicio exterior mexicano, prácticamente en obediencia a los dictados del Ejecutivo.

En otras palabras, el Senado, como se dice coloquialmente, está pintado. No juega su rol, y si bien en tiempos apacibles y de normalidad se explica que así sea, no se justifica en tiempos extraordinarios como los que vivimos ahora con la llegada de Donald Trump a la presidencia de Estados Unidos y la agresividad e incertidumbre que ha sembrado; se impondría que las cosas fueran de otra manera o que el Senado tomara un nuevo curso. Pero no.

Resulta grotesco ver que el presidente senatorial, Gerardo Fernández Noroña, aborde los temas de política internacional con una frivolidad desbordada y sin más medida que el tamaño de su lengua y su siempre ríspido estado de ánimo.

Fernández Noroña, y lo digo como disidente y crítico de la Cuatroté, cree que su retórica ayuda a la presidenta Sheinbaum, y lo real es que le estorba, cuando para satisfacer su protagonismo hasta propone cosas como ir a hacer campaña entre los mexicanos residentes en Estados Unidos, o ponérsele al tú por tú al planetarca Trump.

No hemos visto un sólo debate serio y de fondo sobre política exterior en la circunstancia actual; son muy diligentes los morenistas en modificar la Constitución para supuestamente hacernos más soberanos como nación de lo que realmente somos desde hace mucho tiempo.

Recordemos que la Independencia se logró en medio de una guerra civil que no se dio en otras partes de Latinoamérica; que se encaró a un imperio con un príncipe austriaco; que se expropió el petróleo; que se dio un cobijo importante a la república española, agredida por la reacción internacional; que se participó, aunque modestamente, en la Segunda Guerra Mundial, de la que salió derrotado el nazifascismo.

Tenemos historia, lo que no tenemos es senadores que pongan en juego los principios constitucionales de la no intervención, de la apuesta por el derecho internacional y la solución pacífica de los conflictos. Estos instrumentos están ausentes en el Diario de los Debates del Senado, y lo que registran sus páginas son las reyertas que cotidianamente se sostienen con “Alito” Moreno, con Lily Téllez o Ricardo Anaya, cualquiera que sea de la oposición.

Pero nada hemos visto para rehacer nuestras relaciones con Latinoamérica, lastimadas por el apoyo miserable a Nicaragua, Cuba y Venezuela. Y conste que hablamos de sus gobiernos, más no de sus ciudadanos y población en general. No se está pensando en nuevas alianzas o la construcción de alternativas internacionales, a la vez que para nada se revisa la postración en la que López Obrador dejó la representación del país en otras partes del mundo, al nombrar embajadores y cónsules priistas, exgobernadores de sus estados, como Omar Fayad en Noruega, Quirino Ordaz en España; Carlos Aysa en República Dominicana; Carlos Joaquín González en Canadá y Claudia Pavlovich, nombrada cónsul en Barcelona.

(De izq-der): Quirino Ordaz, Claudia Pavlovich, Carlos Aysa, Carlos Joaquín González.

Si México quiere jugar un papel importante en el mundo, debe tener un servicio exterior profesional y preparado, y no ocupar las plazas como un premio para seguir favoreciendo la huelga de brazos caídos de los priistas en varias regiones del país.

En este contexto es singularmente importante la embajada de nuestro país en Estados Unidos, y preocupa que un expriista y empleado de Ricardo Salinas Pliego ocupe el lugar. Pero Claudia Sheinbaum, con esa despiadada lógica mexicana, ya dijo que “por lo pronto” ahí estará Esteban Moctezuma. En cambio Trump llegó y quitó al hombre de la tejana, que tenía derechos de picaporte en Palacio Nacional.

Esta es una realidad que nos dice que el Senado ha abdicado de su importante facultad, y si bien dijeron que “son diferentes”, la realidad nos dice que, en esto, son peores que los que se fueron, tanto del PRI como del PAN.