
Una dimensión histórica de la Liga Comunista 23 de Septiembre
A mediados de marzo de 2024 llegó a librerías, con un escaso tiraje de 500 ejemplares, la obra La fundación de la Liga Comunista 23 de Septiembre, del sociólogo Enrique Condés Lara. El presente texto no pretende reseñar un trabajo que casi alcanza las 600 páginas, que presenta una detallada bibliografía y sobre todo referencias documentales del movimiento armado mexicano. Simplemente quiere llamar la atención en un punto particular que paso a comentar.
El libro se abre con estas palabras: “El 23 de septiembre de 1965, en Madera –un pueblo de la sierra de Chihuahua–, un grupo guerrillero de 13 estudiantes, maestros y campesinos, asaltó el cuartel militar de la zona. El resultado fue la derrota del grupo: seis soldados y ocho guerrilleros muertos. Los soldados fueron sepultados con honores, los guerrilleros fueron exhibidos en la plaza principal como escarmiento para la población, y después arrojados sus cuerpos en una fosa común (…). Casi ocho años después, el 15 de marzo de 1973, en la ciudad de Guadalajara, se fundaba la Liga Comunista 23 de Septiembre (LC23S), posiblemente la organización guerrillera más importante y controvertida de México”.
Si he transcrito esta larga cita, es porque resulta obligado distinguir entre la primera guerrilla, que encabezaron Arturo Gámiz García y Pablo Gómez Ramírez, de lo que luego fue la famosa Liga que se asumió como continuadora, aprovechando simbólicamente la fecha del asalto en Madera, como asumiéndose en calidad de continuadores de una ardua guerra contra el Estado mexicano, su ejército, la burguesía, o una especie de albaceazgo para ejecutar la voluntad de un testamento que se selló con sangre en la sierra chihuahuense.
Empezaré por una diferencia esencial: la guerrilla chihuahuense fue producto casi final de una gran lucha campesina, de masas, con presencia pública por sus reclamos a un Estado que no asumía la demanda de la reforma agraria, acorde con el artículo 27 que salió del Congreso Constituyente de 1917. Se trató de una guerrilla rural, como rural fueron las de Genaro Vázquez y Lucio Cabañas.
La Liga, en cambio, fue fundamentalmente urbana y siguió los pasos de una lógica de vanguardia política que reconocía para sí y para el pueblo de México el comunismo, con todo lo que eso significaba en una fase en la que la Guerra Fría aún jugaba un rol importante en el mundo entero. Sólo por recordarlo diré que para Gámiz y su grupo el Partido Comunista “le hacía al cuento”, lo que ponía distancia de una visión de partidos de izquierda que tomaron el modelo que se impuso por la Internacional Comunista.
En la etapa de Stalin, todos los partidos políticos, a su modo, fueron estalinistas. El PCM, el PPS y el efímero POCM. Pero dejemos esta digresión. La obra de Condés Lara sirve, y tiene pertinencia, para aclarar qué fue de la primera guerrilla y qué fue de los seguidores que vinieron después, en especial la LC23S.
Para mí la obra es fundamental para hacer distinciones, más porque se refiere a un contexto en el que se recuerda a Raúl Ramos Zavala, a los cristianos que optaron por los pobres, a las confluencias que se dieron, y el papel que en esto jugó el grupo de Diego Lucero Martínez, asesinado en Chihuahua por el gobernador Óscar Flores Sánchez, y las vicisitudes que acompañaron a la Liga en sus primeros años, en la pretensión de jugar en dirección de una organización partidaria, con frentes de guerra en Guadalajara, Monterrey, Ciudad Juárez, entre otras ciudades.
Quienes vivimos aquella etapa, sabemos de los nexos que se buscaban con el guerrillero Lucio Cabañas, las dificultades siempre peligrosas con el grupo Los Enfermos, y cómo se fue desenvolviendo la acción de la Liga hasta llegar a la etapa sangrienta de la llamada Guerra Sucia, en la que el Estado mexicano, de espaldas a toda legalidad, asesinó y desapareció a mansalva a hombres y mujeres que tomaron las armas, entre otras razones porque el Estado mexicano se mostraba cerrado y respondía con represión a todo movimiento social, fuera estudiantil, obrero, campesino, como lo demuestra la ocupación del Politécnico Nacional, la Matanza del 2 de Octubre del 68 y el 10 de junio del 71, o la represión a ferrocarrileros, médicos y copreros, en fin, tantas luchas que sin más fueron aplastadas brutalmente con un alto saldo de presos políticos.
La obra de Enrique Condés, a mi juicio, es de obligada lectura. No porque esté de acuerdo con todo lo que en ella se afirma y concluye, sino porque es un libro documentado, riguroso, como corresponde a un autor que lo respalda su militancia en la izquierda y su oficio de investigador más que acreditado con obras importantes y desde una perspectiva abierta y crítica.
El libro cuenta con un breve prólogo de Cristina Gómez Álvarez, y fue publicado con el patrocinio de la Secretaría de Cultura del gobierno de México, con el aval del Instituto Nacional de Estudios Históricos de las Revoluciones de México, y bajo el sello editorial de Altres Costa-Amic, establecida en Puebla.
Este libro es una gran puerta para entender una etapa de la vida política de México con la presencia de hombres y mujeres que tomaron las armas con la meta de transformar al país.

