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Fares, recibiendo el premio de Peña Nieto, flanqueados, entre otros, por Silvano Aureoles, el perredista presidente de la Cámara de Diputados.

En nuestro país la impunidad suele tener muchos rostros, pero los efectos, las consecuencias, casi siempre recaen sobre un destinatario común: el ciudadano. De manos de Enrique Peña Nieto, la entrega del Premio Nacional Agroalimentario a Eugenio Baeza Fares, socio del cacique mayor y suplente de Garfio en Chihuahua, coloca en el terreno de la evidencia lo anterior y dota de un aura de suspicacias el hecho de que el galardonado, por extensión ética, sea un acérrimo defensor de César Duarte y del paraíso que éste, según su chata visión del acaramelado mundo en el que vive, quiere venderle, a estas alturas, a la gente.

Mucho antes de los tropiezos verbales, las ocurrencias mentales, las mentiras y los desplantes de macho de celuloide que se revelaron en la única entrevista que ha otorgado Duarte a Televisa sobre el tema de la denuncia en su contra por corrupción política, los chihuahuenses ya le han tomado la medida y, por supuesto, nadie le cree que al llevar a su socio Baeza Fares a que reciba un premio (extraño en sí mismo pues califica lo agroalimentario) pueda salir con aquello de que Chihuahua también es número uno en ese rubro. Incluso si nos enfocamos en la naturaleza del galardón –muy feo, por cierto–, veremos que los alimentos procesados que el señor Fares vende, son los primeros que se incluyen en la lista de prohibiciones de los profesionales de la medicina como medidas para prevenir, entre otras, enfermedades cardiovasculares.

Pero tanto Duarte como su socio empacador de carnes viven en un mundo color de rosa y se aferran a él. Quizá esta obstinación sea más fuerte en Duarte que en el propio Fares al que, con Duarte o sin él, seguirá siendo el dandy que ha demostrado que es públicamente y el socio del gobierno en turno para llevar a cabo sus negocios. Duarte, sin embargo, no sólo tiene destinada la tumba política sino lo más valioso para un político en toda la extensión de la palabra: el desprecio ciudadano y el dejar de ser lo que se planteó como “algo fundamental” para su corrupto sexenio: el gobernador que puso orden en Chihuahua.