
Cuando Luis Echeverría quiso volar solo
En otros tiempos, cuando Echeverría era joven, hacia el café y recogía los periódicos a las cinco de la mañana para entregarle una síntesis informativa a sus jefes del partido y lo tuteaban llamándole “Luisito”, nadie imaginó que llegaría a dónde llegó.
El joven Echeverría venía de graduarse, en 1945, de la entonces Escuela Nacional de Jurisprudencia. Su vida partidaria la inició como secretario particular del general Rodolfo Sánchez Taboada, el poblano que dirigió al PRI en la década de los 40, que en realidad era su segundo líder a nivel nacional desde la creación de este partido de Estado.
Es bien conocida entre los priistas de viejo cuño la anécdota en la que el imberbe “Luisito” se tomó la libertad (¡oh, tragedia!) de ir a registrarse como candidato a diputado federal en las oficinas del primer distrito de la que hoy es Ciudad de México.
Pues bien, dicen que al enterarse su jefe, este dió un manotazo en la mesa, y como el general divisionario que era, gritó voz en cuello que su muchacho no le había dado parte al respecto.
Encabritado, Sánchez Taboada tomó drásticas decisiones contra la osadía de “Luisito”: no autorizó su registro como aspirante a diputado y prescindió de sus servicios como secretario particular.
Se cuenta que el asunto retumbó en las oficinas del PRI y que uno de los primeros en enterarse fue Francisco Galindo Ochoa, político experimentado y cercano al militar y líder nacional del tricolor. Don Pancho, se afirma en las historias internas del PRI, aprovechó esta condición para echarle la mano al novato castigado e intercedió por él con gran éxito.
Por supuesto Echeverría se dijo arrepentido, pero el general le hizo notar que era una lección que debía aprender.
“Luisito” regresó a su puesto gracias a Pancho Galindo y, a la luz de la historia, Echeverría se convirtió en el primer político del PRI que nunca tuvo un cargo de elección popular antes de ser presidente de la república.
Para algunos esa anécdota debió ser, como en efecto lo fue, la historia de un indisciplinado que no fue diputado federal, pero que, por disciplinado, alcanzó el mayor cargo del país: la Presidencia de México.

