Ninguna elección interna de un partido político en una república que se precie de respetar medianamente el Estado de derecho trae impunidad, y mucho menos actúa como un bálsamo purificador de las conductas investigables o punibles de naturaleza penal. 

Cada partido político tiene pleno derecho a elegir a sus abanderados. El PAN lo hizo ayer beneficiando a la alcaldesa con licencia, María Eugenia Campos Galván. Reconozco que derrotó a su colega, el potentado Gustavo Madero Muñoz y al poder, cada vez más deteriorado, de Javier Corral Jurado. No tengo ese hecho por poca cosa. Empero, no significa que la elección intrapartidaria sea patente de impunidad. 

Lo dije en estas columnas varias veces: la holganza, frivolidad y falta de talento político, llevó a Javier Corral por una carretera que sólo tenía un destino: perder-perder. A eso jugó, y cuando las desembocaduras son las mismas, el fracaso prefigurado se presenta. 

¿Ahora qué va a hacer? Es la pregunta de la coyuntura que estará presente a lo largo de los meses que viene. Si antes hubiera dejado caer la vara de la justicia, habría golpeado a su partido y, cierto, no hacerlo lo habría convertido en cómplice de Campos Galván, reduciendo la justicia a expresión de los intereses partidarios. Hacerlo ahora, es una confrontación devastadora en la vida electoral del PAN estatal. Él ha dicho que correrá todas las consecuencias en cualquiera de las circunstancias, y el primero que caerá, si lo hace, será el mismo Corral, y con él su amadísimo partido. 

En Acción Nacional se escuchan fanfarrias, voces de júbilo, triunfalismo, explicables a la luz de lo inmediato, de la derrota de un poder en el que está encajado y que no respondió a la ciudadanía cual debía haberlo hecho. Pero hay algo que está pendiente: que la justicia se actualice, que funcionen las instituciones, que no haya justicia selectiva, porque la elección panista encumbra a la candidatura a una cómplice de la tiranía duartista que se benefició de sus canonjías y dádivas a cambio de favores políticos, que dicho sea de paso, vulneraron al Poder Judicial de Chihuahua. 

Hay manchas indelebles que persiguen a las personas de por vida. La señora Campos Galván lleva algunas de ellas tatuadas en su cuerpo y en su conciencia. Son de esos que no se pueden borrar porque el partido lo decreta; así ha sido hasta en los regímenes más autoritarios. 

Así las cosas, el PAN está envuelto en un dilema abrasador. Y con el fuego no se juega.