Manuel Arias Delgado encabezará los servicios educativos conocidos como SEECH, sin duda un cargo importante, esencialmente administrativo y con gran trascendencia al ámbito de la política, dado el corporativismo sindical conexo al SNTE y a su disidencia. El Colegio de Bachilleres, a su vez, será dirigido por la señora María Teresa Ortuño Gurza. Ambos nombramientos pasaron por el despacho de Pablo Cuarón Galindo, el secretario de Educación del gobierno de Javier Corral. Son dos nombramientos emblemáticos porque a través de ellos se pueden concretar observaciones críticas que en la coyuntura tienen pertinencia política y no se diga la oportunidad para ir valorando el despliegue de una administración que recién se estrena.

Se puede afirmar que los beneficiarios de los nombramientos se encuentran en las antípodas. Conozco al profesor Arias Delgado hace la friolera de cuatro décadas. Lo considero amigo y compañero de faenas políticas, sindicales, electorales. Se trata de un maestro egresado de la Normal Rural de Salaices, que fue un semillero de hombres de izquierda, campesinistas, que generó a lo largo de los años no pocos militantes a la izquierda y particularmente al Partido Comunista, del cual fue militante, migrando sucesivamente al Partido Socialista Unificado de México, al Partido Mexicano Socialista, y de ahí al PRD del que pronto se desligó.

En el ámbito del sindicalismo, fue pieza esencial en Chihuahua del Movimiento Revolucionario del Magisterio y por tanto dirigente sindical en la Sección 8 del SNTE, toda una ave rara en cuanto a independencia en el contexto nacional de ese sindicato clave para el ejercicio del poder de los priístas en la etapa dorada de los presidentes de la república de todos los tiempos, a partir de la creación del sindicato nacional. Además fue de esos abnegados maestros que con dedicación, cultura, entrega, actualización permanente, estuvo frente al pizarrón, gastando gis. Sin duda un excelente y laborioso educador.

En una etapa importante y ya fuera de todo partidarismo, hizo armas para la construcción de órganos electorales realmente independientes y con profundo sentido ciudadano. Sus pares se quejaban de su entrega y laboriosidad permanente y sistemáticos; era difícil emular con él a la hora del trabajo. En la última fase y ya muy a la distancia, se entregó a la música, destacó como saxofonista y de una u otra forma continuó con su perfil de un hombre democrático y de izquierda. Hoy ocupa un cargo de indiscutible importancia, con grandes retos y no pocos escollos.

Por la lejanía, en muchos sentidos, con la señora Ortuño Gurza, la semblanza biográfica que de ella puedo hacer no es tan amplia: destacada militante del PAN de varias décadas, donde ha ocupado cargos de dirección modestos y también altos. Diputada federal, local en dos ocasiones, senadora de la república y funcionaria pública federal al momento de ocupar la Presidencia de la república el viejo partido tradicional y católico.

Sin duda es una mujer tenaz que sabe luchar por sus convicciones; aspiró a ser la candidata del PAN a la gubernatura este año. No cualquiera transita por la vida dedicándole a la política buena parte de su trayectoria, así sea en cargos de muy buena remuneración. Es una mujer que viene de las épocas duras del autoritarismo y el fraude electoral, pero también de las que les ha tocado gozar de las mieles del ejercicio del poder político. Su alineamiento lo veo ligado a la derecha política, a un fundamentalismo que aún hoy se empeña en preconizar militantemente la tesis que se centra en la defensa de la vida desde el momento de la concepción, con todo lo que esto significa en una visión integrista de la política, los partidos, la sociedad y el Estado.

Teresa Ortuño.
Teresa Ortuño.

Y así como Arias Delgado proviene del manantial de la izquierda, ella fluye por la vertiente de la derecha. Los ejercicios democráticos del poder los han llevado ahora a compartir espacios en áreas vecinas, en una administración pública que quiere ser multicolor, como el emblema corporativo del actual gobierno, que echó mano del arcoiris.

Ni filias ni fobias en las palabras que luego continúan. En un buen sistema democrático, con instituciones realmente sólidas, los funcionarios públicos que tienen en sus manos decisiones trascendentes han de ser, aparte de profesionales, gente que no se rija por sus convicciones personales, funcionarios –para decirlo lisa y llanamente– que actúen con responsabilidad, desplegando el acatamiento de la ley, constitucional, en este tema tan sensible a la hora que se ha precarizado el laicismo, la separación del Estado de las iglesias y el sentido de tolerancia y no discriminación, en particular esta, por su orientación derechohumanista, contenida en el artículo primero de nuestra Constitución federal.

Es el viejo tema de la representación, siempre presente y además siempre indispensable como punto de partida. No es que los iguales en el poder tengan que llevar a sus iguales a la administración, salvados los equilibrios –por ejemplo, de género–, lo importante es la rendición de cuentas que hagan por el desempeño de los cargos y, para decirlo sin ambages, si alguien tiene preferencia por la izquierda, no tiene por qué hacer de esa convicción la inspiración a ultranza de sus decisiones, y si de derecha, también lo propio. Que esto es superlativamente difícil, ni quién lo dude. Pero de que también es una exigencia social que cada vez alcanza mayor consenso, tampoco me queda duda.

En alguna ocasión le recomendé al actual gobernador del estado la lectura de la obra de Mary Warnock, Guía ética para personas inteligentes. Esta inglesa fue alta funcionaria en su país y obtuvo grandes experiencias en el Ministerio de Educación de su país y se vio frente a problemas que también están aquí entre nosotros, la muerte y el tema de la eutanasia o muerte asistida, el nacimiento y el aborto, el papel de la vigencia de todos los derechos para todas las personas, las fuentes de la ética, la libertad, la responsabilidad y aun el determinismo. Lamentablemente esta fuera de sus páginas y de manera expresa lo referente al matrimonio igualitario, hoy tema candente y clavo ardiendo del que se ha agarrado la ultraderecha.

Su libro es fascinante porque prácticamente en todas sus páginas transpira el carácter y la pasión de una ciudadana libre, tolerante y democrática, que en los hechos reconoció en justicia lo que debía ser el código de ética de un funcionario que toma decisiones que afectan la vida de miles y miles de personas, porque, tomando sus palabras en préstamo, “cuando las personas se convierten en legisladores o políticos, asumen nuevas responsabilidades. Tienen que ejercer la razón y la prudencia con el fin de prever las consecuencias que tendrán las medidas que proponen para todo el mundo, lo cual incluye a grupos minoritarios (…), dejando a un lado la sensibilidad de la moral por el éxito de su modo de gobernar, sino que hay una serie de juicios morales o decisiones que no están autorizados a hacer, decisiones que una persona podría tomar a título privado sobre la amistad, el amor o el deseo de sacrificarse por los demás y, por descontado, también otros que surjan de la indignación o la lástima”.

Abuso de una cita: “Así pues, el solapamiento o mutua interrelación entre lo público y lo privado entra en juego cuando se articulan los principios y cuando se tienen en cuenta abiertamente las consecuencias que tendrán las decisiones que se toman para la sociedad en su conjunto (…) No basta decir: siento que debo, hacer esto o aquello, excepto en el caso de que la esfera pública y la privada entren en conflicto. Una figura pública que dimita ante un asunto de conciencia, tiene autoridad para decir no puedo hacer otra cosa, pero la moral pública como tal debe explicarse…”.

Cuando esto entra en colisión, se necesita un árbitro que dirima; es el que sigue en la jerarquía ascendente. Pablo Cuarón, el autor de los nombramientos, tengo para mí, es recusable.