Del haz de graves problemas que asuelan a Chihuahua hay uno, muy sensible, que huele a empujado deliberadamente por los enemigos de un genuino cambio democrático y la transición a un estado apoyado en la gente y por ello muy eficaz para arrinconar y liquidar la delincuencia, la ordinaria, y la política, en este caso encabezada por los restos del duartismo.

Se trata de la violencia ligada al crimen organizado y al narcotráfico, con toda su secuela de terror, colusión policiaca, ejecuciones, que a decir del discurso cosmético de César Duarte, cambió, como por arte de magia, con su llegada al poder en 2010 y que tendería a reaparecer con su próxima salida.

De todas partes se lanza la pregunta: ¿por qué este fenómeno ha empezado como una sinfonía que no deja de ir in crescendo, alcanzando altas notas y un colorido que se anuncia no con el color de rosa que nos venden desde la tiranía, sino con el rojo trilladora que habla de balas y sangre?

Algunos de los analistas conjeturan con la hipótesis del vacío de poder. Puede ser que algo haya de eso, porque hoy en Chihuahua no manda nadie y los delincuentes, con su absoluta autonomía de fuego, pueden hacer y deshacer. Pero la hipótesis es insuficiente, porque dónde quedaría el papel de la federación con su Ejército, Fuerza Armada, Marina, Policía Federal y demás aparatos de represión, que dicho sea de paso han mostrado una ineficiencia superlativa para responder a los anhelos de paz que abrigan los mexicanos.

Hay una amenaza constante y el estado está salpicado con una buena cantidad de ejecuciones que hablan de un mañana artificialmente complicado para mostrar el escalofriante rostro de la violencia, tan luego se haya ido el tirano, que dice estar muy tranquilo con su conciencia. Y puede ser cierto, a saber, los cínicos, si la tienen, muy fácilmente la soslayan, porque no les sirve para nada.

Si bien es cierto se trata de una hipótesis, la misma tiene un buen sostén: todo este recrudecimiento de violencia puede estar alentado por la mano ejecutora de un perverso César Duarte, un fiscal abyecto y cómplice, y un jefe policiaco empoderado y que, en el ocaso al que transita, puede sembrar terror donde quiera, al fin y al cabo está seguro de que el reclamo y la turbulencia irán a toparse con el nuevo equipo gobernante, informe aún, que asumirá el 4 de octubre próximo.

Para nadie es un secreto la imbricación de poder y delincuencia, tanto en el país como en el estado. Y así como los teólogos y los verdugos suelen tener reuniones secretas para lograr los mismos fines, aquí la alta burocracia y los sindicatos del crimen también hacen lo propio, y como es de suponer que habrá un reajuste de esa relación, han iniciado los mensajes ominosos que van rubricados con sangre y pérdida de vidas humanas.

Los recientes homicidios de dos políticos del municipio de Bocoyna (Víctor César González Ramírez El Chichín, e Ignacio El Nachito Álvarez Bustillos), concretamente de San Juanito y precandidatos a presidir este seccional, hablan de un mensaje en el que las armas del crimen apuntan a raros políticos y a sus aspiraciones, más allá de que desconozco trayectoria y perfiles de los victimados del día de ayer. En esta zona de la sierra de Chihuahua que se extiende a una vasta región, actúan las organizaciones criminales, para decirlo coloquialmente, como Pedro en su casa; pareciera que no hay Estado ni gobierno y que ese vacío lo llenan los que tienen fuerza, capacidad de fuego, redes bien construidas, complicidades, riqueza mal habida ya que la tala clandestina de los bosques es cosa de todos los días. Esos delincuentes tienen capacidad de poner en jaque a quienes ocupan los cargos de Estado que debiera ponerlos en su lugar. Se trata de una tierra sin ley y en el abandono total de las instituciones, que debieran custodiar el bosque plagado de gavillas.

Vale la pena recordar que cuando el mismísimo Enrique Serrano pasó por el poblado de San Juanito y lanzó unas balandronadas contra el abigeato del bosque, simultáneamente los delincuentes le prendieron fuego, para lanzar el mensaje de que frente a las palabras están los hechos; es decir, se burlaron del ya olvidado candiduarte. Esta comunidad, y sobre todo sus más vulnerables pobladores, ven cómo vía el abigeato se devasta el bosque, se controla el crimen, se protege a los ricos con credencial del PRI, y más cosas que no viene al caso enumerar.

Para no dramatizar, simplemente conjeturo, ahora que el cacique ya no puede decir, como aquel rey francés, después de mí, el diluvio: quizás esté pensando en acuñar nuevo apotegma: cuando yo me vaya, les dejaré mi infierno. Mientras tanto, la transición se mueve lenta, y de lado de la tiranía con la mano de un bellaco al que Chihuahua le desea, con justicia, la cárcel y que pague todos y cada uno de sus atropellos y agravios. Esto será imposible en la medida en que a los ciudadanos únicamente se les quiera para que emitan un voto, más no para que regresen con el poder y la enorme fuerza que adquieren cuando se ponen realmente en movimiento. Pienso que el reto está claro.