El abandono y apatía que asumen los gobernantes frente a los bienes públicos se nota más en las pequeñas que en las grandes cosas. Tanto María Eugenia Campos como Marco Bonilla se esmeran en ofertar un futuro promisorio, de gran competitividad, incluso llegan a decir que nuestro estado será una “potencia mundial”.
Para vender esta idea y capturarle creyentes, emplean las visitas de cónsules e inversionistas que visitan el Palacio de Gobierno en actos de relevancia oficial. Esos visitantes de primer mundo, al igual que el transeúnte común y corriente, al salir de ese palacio puede caminar por la Plaza Hidalgo, de alguna manera la más importante de la capital del estado, y observar que la misma está en condiciones de desastre. Está sucia, con basura acumulada de semanas y quizás meses, con excremento de animales por todos lados, con una jardinería prácticamente inexistente, estatuaria sucia, fugas de agua y lodo, sin iluminación… En fin, algo impresentable. Más, si como alguien dijo, son las salas de la casa común, y por tanto deben estar decorosamente limpias.
Hay desprecio gubernamental y del municipio por este sitio, algo inexplicable, por formar parte del entorno donde se asientan los poderes y las oficinas centrales de la UACh.
Seguramente, cuando un gran capitalista, de esos que le gustan mucho a Maru Campos, para que vengan a invertir, reflexionará: si no pueden limpiar esta plaza, ¿podrán con tareas mayores?