En entrevista para un portal digital, el secretario del municipio de Chihuahua, Roberto Fuentes, declaró que los organizadores de las llamadas fiestas “rave” “no tendrán descanso en este gobierno”, que habrá sanciones y que estas “serán ejemplares”, duras.
Estas fiestas, sin embargo, están satanizadas por las buenas conciencias del pueblo, más si se trata de hipócritas católicos ultramontanos.
¿Quién ha definido qué es una fiesta de esta naturaleza? Nadie. Pero han servido para escandalizar a través de la prensa el que menores de edad, casi al borde de superar los 18 años, se reúnan para divertirse, con la consecuencia de que ciertamente puede haber excesos, como en cualquier evento social. Y uno se pregunta porqué la policía no recoge borrachos afuera de La Casona, o de los estadios deportivos, donde circula el alcohol a raudales.
El municipio se pone en guerra contra la juventud, la molesta, la fastidia, la persigue y sobre todo la etiqueta discriminatoriamente. Lo primero que salta a la vista es que esa “valentía” de Bonilla y su secretario, no se ve por ninguna parte cuando el evento tenga que ver con algo que les ofrezca riesgo. Ante una circunstancia así, dejan hacer y dejan pasar, porque el miedo no anda en burro.
Por qué, cabe preguntarse, no muestran la misma diligencia y arrojo en las fiestas de adultos, particularmente de la élite económica, en especial de la que se escama de todo, mojigatamente, y se ensañan con menores de edad a los que amedrentan, estigmatizan por su vestimenta y el corte de sus cabellos, y regularmente se trata de personas de bajo nivel económico. Ellos no tienen fincas amuralladas, ni coches de marca, que en sí mismos paralizan a las autoridades.
Esta guerra del submundo policiaco, no exenta de mordidas, debe cesar cuanto antes. En todo caso, dejar de vulnerar los derechos humanos, que no distinguen estos estereotipos clasistas de los siemprebienpeinados panistas.
Este es un problema muy propicio para el desfogue de las angustias que padecen los sectores conservadores. Y no puede ser de otra forma que esto suceda, pues el Ayuntamiento como ente colectivo no funciona. Regidores y regidoras duermen en sus laureles.