Reclutamiento de canallas
El escándalo llamado “mesa directiva del Congreso de Chihuahua”, con todos los ribetes de intrascendencia que lo pueden caracterizar, exhibe enseñanzas dignas de tomarse en cuenta para ver los partidos políticos que tenemos y su voracidad por los puestos de poder, así sean nimios, con la virtud de que hace fácil la comprensión de las miserias en la toma de decisiones a ese nivel congresional.
Ahora tenemos la oportunidad de ver en vivo un fenómeno de reclutamiento político, de cooptación, o simplemente de la abyección a la que nos tienen acostumbrados los políticos profesionales.
A mi no me extrañan estos procesos, sobre todo si recuerdo aquella frase atribuida al canciller Otto von Bismarck, que dice: “las leyes, como las salchichas, dejan de inspirar respeto a medida que sabes cómo están hechas”. Tan antihigiénico ha sido el curso de la elección de la diputada Adriana Terrazas Porras, que, como las salchichas, debieran producir repulsión cuando llevan entre sus ingredientes pelos, cebo, cuero, material putrefacto y hasta excremento.
Quizás si Bismarck viviera, reconocería que los embutidos ya se fabrican con otras normas de calidad, pero seguro estoy que por lo que se refiere a las decisiones de los congresos, su opinión continuaría siendo la misma.
Y si eso sucedía en la culta Alemania del siglo XIX, lo que acontece hoy en la llamada “torre legislativa” nos subraya el grado de descomposición política a la que se puede llegar cuando el precedente de la escuela que se trae es el reciente duartismo que padeció Chihuahua.
Es una obviedad, más allá de que se comparta o no, que los diputados de MORENA tenían la prerrogativa plena de ocupar la presidencia de la mesa directiva, y para tal efecto proponer de entre su fracción al que sería encargado de la tarea. En este caso se propuso a Benjamín Carrera, que para efectos de una apresurada conclusión de este texto, debiera haber sido electo sin más.
Pero no. Bajo la divisa de catalogarlo de “radical”, el Partido Acción Nacional, es decir la fracción legislativa, en conjunto con el PRI y la chiquillada parlamentaria, escogieron a la que a su juicio cumplía los requisitos dentro de los morenistas. En otras palabras, se asumieron como tutores de los menores de edad que componen al influyente partido MORENA.
Mario Vázquez, obedeciendo la consigna de su jefa, Maru Campos, no tuvo más argumento para justificar esta atroz decisión, que asumirse como dueño del menú para escoger a la carta una mesa directiva que presidirá la señora Terrazas Porras, política que viene del PRI, de la élite duartista, y socia de Enrique Serrano, personaje con el cual César Duarte se quiso convertir en el hombre fuerte de Chihuahua por un sexenio adicional al que ocupó como señor de horca y cuchillo la titularidad del Poder Ejecutivo.
Sin nos atuviéramos a las buenas prácticas parlamentarias, ya no digamos a la ley, la decisión debió ser distinta, no al capricho de quiénes son los adversarios, y mucho menos con los argumentos discriminatorios que se pusieron en juego. Es tanto como decir que puestos en la misma tesitura, los de MORENA hubieran dicho que el mejor para presidir el Congreso es el corralista Fernando Álvarez Monge. Esto no puede ser, pero es. Y además nos permite ver directamente, sin mediaciones, lo que sucede adentro de uno de los poderes del estado de Chihuahua.
Pero haciendo salvedad del PRI y del PAN, de los cuales ya se conocen sus prácticas inveteradas, la pregunta obligada es quién reclutó, para encumbrar a una diputación local por MORENA, a una priista con la historia de Adriana Terrazas.
La respuesta es obvia: la puerta para ingresar a MORENA es tan grande, pero tan grande, que por ella pueden pasar canallas de toda índole. Dicen que tienen principios pero no los aplican; dicen que no son iguales, y reclutan a los peores, como un Manuel Bartlett, o un Napoleón Gómez Urrutia, por señalar a sólo dos pájaros de cuenta.
El reclutamiento de la ambiciosa diputada, que a leguas se le notó su carácter trepador, se dio al calor de la campaña a la gubernatura del estado de Juan Carlos Loera de la Rosa, en el esquema de sumar y sumar, de abrir las puertas de par en par, y de integrar candidaturas que más adelante, ya instaladas en su curul, reviven lo que han sido y lo ponen en práctica, canallescamente, insisto.
Y si bien la actual presidenta será, según su dicho, de MORENA pero electa a contentillo del PAN, la realidad obliga a decir que merecido se lo tiene aquel partido. Y como dice su jefe supremo, “tengan, para que aprendan”.